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26.09.2017 Críticas  
Indecente juicio a un genio

A Gabriel Olivares no se le puede más que alabar el afán de superarse proyecto tras proyecto. En este caso que nos ocupa, se encarga de llevar a escena la adaptación del texto de Moisés Kaufman de los tres juicios a Oscar Wilde, por, como indica el título Gross Indecency, de nuevo en la sala Jardiel Poncela del Fernán Gomez CC. De la Villa, como su anterior “Our Town”.

Un airado Oscar Wilde recibe de manos del portero de un club nocturno que frecuenta, una tarjeta en la que el marqués de Queensberry le acusa públicamente de sodomita. Alentado por su amante e hijo de este marques, Bosie indica a Oscar que no dude en denunciar en los juzgados esta afrenta contra su progenitor, dado que recibirá el total apoyo de su familia. Oscar, cegado de orgullo y muy incauto, decide tomar acciones legales, las cuales, como se nos narraran durante las más de dos horas de representación, envolverán al genio de las letras en una espiral de cargos en su contra que irán más allá de lo personal, para convertirle en ejemplo de persona non grata para el Imperio.

Es innegable el interés que este texto despierta, y la curiosidad que genera en uno mismo el bucear por las redes en busca de todas esas pistas que se nos desgranan en el extraordinariamente documentado texto de Kaufman. Los “basado en hechos reales” siempre despiertan una curiosidad morbosa en la audiencia, ya sea en series o películas que recrean escandalosos sucesos que agitaron las conciencias de los contemporáneos; pero en este Gross Indecency que nos ocupa el interés es aún mayor dado que la persona compareciendo en el estrado no era un ciudadano vulgar y corriente, sino un hombre en la cumbre de su carrera, al que sus devaneos con veinteañeros en la Inglaterra victoriana, estaban no ya mal vistos, sino que como pasaron a ser perseguidos y penados duramente por la justicia y la moral de la época.

Javier Martin interpretara el personaje de Oscar Wilde, despertando las simpatías del mismo en el público con un matiz de interpretación que quizás, acuso, no destila toda la prepotencia y la altivez que caracterizaron todos los parlamentos del escritor, con tremendas frases lapidarias que campan a sus anchas por el texto, y que con este cariz, resultan en ciertos momentos, chocantes, pero no menos efectivas. David DeGea comparte protagonismo con como Lord Alfred Douglas, Bosie, el orgulloso joven que embaucara a Oscar para que luche por mantener su buen nombre, y que hace que estalle el drama. La elección de DeGea asumo que está motivada por su apariencia física que transmite la sensibilidad y el posible encanto que tanto atraía a Wilde, pero que resulta desacertada en la mayoría de sus intervenciones por su confusa dicción y constantes trabas en la proyección del texto.

Intentar destacar al resto del elenco del TeatroLab de Olivares, los cuales tienen sobrados momentos de compartir protagonismo como los antagonistas de los dos personajes principales, es una labor que llevaría convertir esta crítica en un texto tan extenso como el de Gross Indecency pero son claramente disfrutables las intervenciones del siempre eficaz e imponente en escena Andrés Acevedo, el cada vez más desenvuelto Alejandro Pantany; y la versatilidad de Guillermo Sanjuan. Mención especial merece la única integrante femenina del elenco, Carmen Flores Sandoval, que ofrece grandes momentos como entrevistadora y Reina Victoria, haciendo que sus intervenciones nos sepan a poco.

El magno trabajo que este Gross Indecency supone, siendo interminables sus (en momentos excesivos) efectos sonoros y el despliegue de video proyecciones, requiere una mención aparte y es de agradecer la profesionalidad con la que un solo técnico puede lidiar con ello. El vestuario es sobresaliente, encargándose del mismo Felype de Lima, aunque la escenografía, del mismo Felype, una vez habiendo asistido a este mismo espacio pero con diferente montaje, supone una repetición que hace que pierda frescura y lleve el reciclaje de elementos escénicos a un nuevo nivel.

A pesar de ciertos desajustes del elenco, con discutibles elecciones como anteriormente he citado, siendo la duración del espectáculo excesiva, y pudiendo desconcertar ciertas escenas como es destinar cuatro largos minutos, aproximadamente, a interpretar una canción completa, a todo el elenco, saltando “a la comba” (Alex Cuevas merece un monumento por tener que interpretar un largo texto justo a la finalización de la misma, sin ahogarse por el esfuerzo); Gross Indecency tiene un alto valor documental y es muy disfrutable, como precisamente indique en un principio, por la gran ambición del montaje, y el aprovechamiento extremo de todos los medios escénicos, y por inocular en el espectador una inquietud personal en saber más de todo este proceso que supuso el principio del fin de uno de los grandes genios de la literatura universal.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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