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22.09.2017 Críticas  
Neon, música y amor. El Shakespeare de Carrió en acción

Tras la calurosa acogida de Nit de reis (o el que vulguis) en la edición de este año del Festival Grec de Barcelona, el Teatre Lliure de Gràcia ha decidido volver a programar esta versión del clásico durante este mes, a sabiendas que va a volver a ser de nuevo un éxito seguro.

Ha decidido Pau Carrió desplazar la temporalidad de los sucesos de la dramaturgia original a una más cercana a nuestra generación trasladando este Shakespeare al siglo pasado, lo que le transfiere un aroma al más puro estilo de la América de los clásicos en blanco y negro, la Ley Seca y la música en los bares.

Nos hace, por tanto, Carrió dos regalos al precio de uno. Una historia del poeta inglés, que siempre son más que bienvenidas, y una estética enormemente atractiva donde luz, color y música (temas en directo, aún más actuales y versionados) nos van a fascinar hasta el final. Y humor, mucho humor, que no me negarán que es algo que en el día a día se pide a gritos.

Para conseguir que el conjunto sea inolvidable, el director cuidadosamente ha ido eligiendo todos los componentes que le lleven a conseguir la culminación deseada.

Primeramente, los actores. Los jóvenes de La Kompanyia Lliure no han defraudado en ocasiones anteriores, y no lo hacen en esta ocasión. El elenco que nos partió el corazón en «In Memoriam» cambia totalmente de registro ahora para caracterizarse y compartir dos eras: la de Shakespeare en el texto y la de principios de siglo pasado en la actitud. Joan Amargós, Enric Auquer, Quim Àvila, Eduardo Lloveras, Jaume Madaula, Lluís Marqués y Joan Solé son fieras sobre el escenario. Lo dan todo en su interpretación y eso se evidencia en los resultados. Pero a la legua se ve que además tienen un talento natural y que por eso teatros que admiro, como el Lliure, los tiene en sus filas. Todos ellos están formidables, pero permitidme que señale mi debilidad de la noche, con el dúo Solé-Auquer, en los papeles de Tobías (primo de la noble dama Olivia y gran bebedor) y su amigo el Sr. Andrew quien pretende a la prima y del que Tobías se aprovecha económicamente. Como es de esperar, esto genera momentos cómicos e ingeniosos, a modo de tramas secundarias, que le dan una frescura a la obra realmente atractiva. Por otro lado, Amargós como Malvolio, el siempre sobreactuado mayordomo de Lady Olivia y Àvila como Feste, un espabilado bufón del Duque Olsino que perfectamente nos recuerda a un actual Robbie Williams, son las otras dos interpretaciones que hay que destacar, sin duda alguna. Amargós por su capacidad de realizar un personaje absurdo y extremado con tanta perfección y Àvila por que además de actuar, canta y lleva en la batuta de forma natural los momentos más sarcásticos de la noche como buen burlón que es.

En el caso de las chicas hay que decir que, aunque durante unos breves instantes en el inicio encontramos a una Júlia Truyol (María sirvienta de Olivia) un poco fuera de sitio, de seguida va creciendo con la obra y acaba dándonos los mejores momentos cómicos junto a Tobías y Andrew. Y en el caso de Raquel Ferri como la aparentemente frágil pero ardorosa Olivia y Clàudia Benito como Viola, nos encontramos frente a dos grandes de la escena que nos obsequian con las mejores escenas de diálogo shakesperiano de la función.

Pero hay que ser justos, y la verdad es que todos están a la altura de la obra y del ritmo que esta lleva. Y que si el conjunto se va a convertir en imborrable en nuestro recuerdo es porque además del trabajo actoral y de dirección, el de Sebastià Brosa (junto a Carrió) en el diseño de un espacio escénico con pocos elementos pero con una sugestiva cortina de luces de neón que separa el escenario principal de la zona musical, donde Arnau Vallvé permanece en todo instante ambientando musicalmente la obra, el vestuario, la construcción de los personajes y la iluminación son tan importantes como la propia dramaturgia para conseguir este montaje con carácter tan propio y personal.

Aparte del subidón de adrenalina que disfrutamos con el tema de Queen, interpretado en el meridiano de la obra por Feste, Tobías y Andrew, el número del final (en el que la mitad del elenco se marca un baile que nos recuerda que, al final, lo que estamos viendo es un Shakespeare y la otra mitad del elenco permanece en la parte musical cantando o tocando algún instrumento) corona una Nit de reis (o el que vulguis) por la que tenemos que felicitar sin dudarlo a todo el equipo que ha hecho que sigamos estando orgullosos de esta cantera catalana de profesionales del teatro de altísima calidad.

Crítica realizada por Diana Limones

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