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17.09.2017 Críticas  
Ensayar para aprender a vivir

Me enfrento a la hoja en blanco, al mismo blanco que exuda el escenario planteado en Ensayo. El admirado Pascal Rambert aterriza en el Kamikaze con su disección de las relaciones de amistad y amorosas. Ensayo es un duro golpe al espectador. Un ejercicio que agota y deja en suspenso al que quiera sumergirse de lleno en ese universo.

Es difícil hablar de esta concepción de teatro que propone Pascal Rambert. La tremenda Clausura del amor que interpretaran Israel Elejalde y Bárbara Lennie me dejó tan impactado que no fui capaz de repetir la experiencia en la reciente reposición en el Pavón Kamikaze. Esa propuesta era tan dolorosa que había que mentalizarse mucho para revisitarla. En Ensayo nos encontramos con una propuesta de idéntica concepción pero con un dolor distinto, con una denuncia multiplicada por cuatro. Cuatro son los personajes que entran en escena. Una sala iluminada, sin sombras ni ángulos oscuros. Materiales que van de la madera al plástico. Una mesa y unos personajes que se colocan alrededor de ella.

Ensayan una obra de teatro, una biografía (eso lo descubriremos poco a poco). Fernanda Orazi estalla, (los personajes conservan el nombre del actor que los interpreta) suelta su agitado discurso, tiene ella el difícil papel de colocar al espectador en un situación que desconocemos y que en un principio descoloca por completo. Después María, (María Morales) vomitará su discurso. Este será más esclarecedor, ya veremos otro prisma de la vida de estos cuatro amigos y compañeros de vida. Reproches, sensaciones calladas, confesiones duras y explicitas, la estructura que han formado durante los pasados veinte años se resquebraja, empieza la destrucción.

Al igual que en Clausura del amor, un momento musical servirá para recomponer piezas, para desengrasar la tensión acumulada, la electricidad contenida. Después de ese interludio ellos tomaran la palabra. Primero Jesús (Jesús Noguero) iniciará sentenciando que lo bueno de los animales es que se callan. A partir de ahí, toda una declaración sobre la muerte de las ideas, el egoísmo de los artistas y las amistades que implosionan y se traicionan. Isra (Israel Elejalde) cerrará el circulo, destrozará la estructura con un conmovedor dialogo con los jóvenes. Una reflexión desde la rabia, una llamada de socorro a los jóvenes. ¡Levantaos! ¡Contestad! les gritará una y otra vez.

Tiene Ensayo tal cantidad de frases que atesorar y memorizar. Reflexiones que se sueltan sin freno y que apabullan al espectador. Requiere este ensayo una atención indivisa y un querer meterse en el juego que quizás algunos encuentren excesivo. Una idea flota en el aire, la vida es un constante ensayo. ¿Qué hemos aprendido? ¿Qué les dejaremos a las generaciones que nos sucederán? ¿Somos capaces de amar más, de disfrutar más, o seguimos limitándonos por estructuras? ¿Cómo usamos el lenguaje? ¿Es el lenguaje la fuente de los malentendidos?

La sensación que deja esta función es de extenuación. El trabajo actoral es inusitadamente duro. Una función donde no hay diálogos, pero en el que los personajes sufren el derrumbe de lo que creían seguro y duradero. Impresionantes los cuatro. Imposible destacar a uno por encima del otro. Mi debilidad por Israel hace que su parte sea la que más me remueva, su agresiva soflama a los jóvenes me erizó el vello.

No es teatro fácil. Libreta de notas en mano hay que disponerse a recibir una clase de vida y poesía. Frases que quedarse. La vida que imita al teatro. Cierto es que quizá nadie tenga la oportunidad de enfrentarse a sus queridos amigos y soltarles lo que ha callado tanto tiempo, pero si llega la oportunidad, un ensayo de eso puede hacernos el trago más sencillo.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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