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26.07.2017 Críticas  
Retorciendo las tinieblas

Al más puro estilo “Saw”, Paraules encadenades es un thriller tétrico y retorcido donde se lleva el juego del gato y el ratón a su expresión más oscura. Un monólogo dual donde se explora el lado más siniestro de la mente humana.

En la pequeña sala La Villarroel de Barcelona, bajo oscuras paredes, fluorescentes tintineantes y un humo espeso y pérfido que nubla sentidos y mente, una mujer con un sensual vestido rojo se encuentra amordazada con un bozal de cuero y maniatada a una silla. Al cabo de unos minutos, una figura oculta entra inspeccionando la sala y deslumbrando a la mujer con una linterna. Esta figura enciende una televisión y pone una película, donde se muestra a un hombre adulto y de rostro inexpresivo que declara: “Hola, me llamo Ramón. Hoy he matado a alguien y no he sentido nada”.

Así comienza Paraules encadenades, una espeluznante obra de terror psicológico escrita por Jordi Galceran y dirigida por Sergi Belbel. La temática del terror no es muy habitual en el formato de teatro (a diferencia de otros géneros como el misterio o la intriga) y resulta algo refrescante el poder tener una experiencia tan distinta como la ambientación que nos propone esta obra. Todos los detalles (y clichés) del terror se han recogido en esta obra: fotografías morbosas, escenarios lúgubres e incluso el componente voyeur de las grabaciones en vídeo. Paraules encadenades viene a retorcernos la mente y no tiene ningún interés en disimularlo.

La trama se concentra en el secuestro de una joven mujer (Mima Riera) por un hombre aparentemente normal que confiese haberse ido degenerándose lentamente hasta haberse convertido en un asesino en serie (David Bagés). Ramón, como se llama el personaje, explica que desea descubrir la razón por la cual se ha dejado llevar por esta psicopatía, y admite haber orquestado todo el secuestro para que Laura, la mujer, le psicoanalice y le explique por qué es así. Bajo esta escusa de cierto intento de redención, Ramón atrapa a Laura en un laberinto de acertijos y juegos de doble sentido donde solo él conoce las normas y controla toda la historia, desde el principio hasta el final.

Paraules encadenades utiliza la estética del terror y de la psicología para meternos en un ingenioso artificio de palabras y de comportamientos, donde se alternan el arquetipo más espectacular y cinematográfico del psicópata con el carácter mundano del día a día normal. A pesar de la escenografía lúgubre, la obra no deja de ser una indagación del terrible efecto que pueden tener las relaciones humanas. Una obra con un desarrollo muy inteligente, si bien se podría recriminar que en algunos aspectos (ya no solamente por los clichés del terror psicológico, sino también por el papel predominante que se le da al sexo en la discusión sobre las relaciones) resulta demasiado arquetípico.

Aun así, se debe reconocer que la ambientación es muy lograda y que las actuaciones de ambos personajes son impecables, encajando perfectamente tanto el papel del marionetista como el de la marioneta. Se puede dudar de su éxito si no se es un entusiasta de la temática del miedo, pero lo cierto es que Paraules encadenades está a otro nivel y que merecería durar hasta el final del verano para que tuviese el reconocimiento que le corresponde.

Crítica realizada por Rubén Recio

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