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21.07.2017 Críticas  
El gran teatro del mundo

El Grec Festival de Barcelona sirve de marco de celebración del 15º aniversario de Dei Furbi. Con Oklahoma, la compañía de un gran paso en su capacidad para plasmar su particular visión teatral a través de la priorización del intérprete como motor creativo. Un espectáculo tan inusual como inspirado que divierte a través de la reflexión escénica.

Kafka, Carroll, Pirandello y Calderón. Autores evocados y situados como fuente de inspiración. No tanto su personalidad como algunas obras concretas de su trayectoria. Una mezcolanza que puede sorprender pero que en ningún momento se convierte en catálogo o capricho. Gemma Beltrán ha hilvanado una dramaturgia pluscuamperfecta en la que las referencias se evidencian siempre a través del material creado para la ocasión. Tanto o más la investigación e inmersión en la vertiente teatral como reflejo de la inquietud vital del actor y del ser humano. La configuración de la realidad a través de la ficción y viceversa. Cómo nos convertimos en personajes de nosotros mismos cuando nos mostramos al mundo. La ilusión del trabajo como garantía de la posibilidad del ser. Un trabajo delicado y hábil y totalmente rotundo el éxito de inclusión multidisciplinar.

Texto, movimiento y canto. Todo perfectamente integrado y convertido en un nuevo género. El género Dei Furbi. Los arreglos musicales de Paco Viciana han versionado las canciones seleccionadas hasta reducirlas a un único instrumento: la voz de los intérpretes. Eso ha permitido que la parte musical conviva tan felizmente con el texto y el movimiento, la colocación de la voz y de los cuerpos. Inestimable el asesoramiento corporal de Moreno Bernandi que se muestra de nuevo como un gran dramaturgo del movimiento hermanado con la palabra.

En este terreno, el trabajo de los tres intérpretes resulta excepcional. Ellos recogen el testigo y esencia de la propuesta a la vez que se convierten en material de estudio e intérpretes de sí mismos. Muy interesante el trabajo vocal en cuanto al volumen de los parlamentes y réplicas, más alto o más bajo en comunión con la idea e ilusión de distancia (física o mental) que se quiera mostrar en cada momento. El dominio y entrega de todos ellos catapulta a Oklahoma al lugar privilegiado que ocupa dentro de nuestra cartelera.

Los tres dominan las “tres” disciplinas pero cada uno lo hace a su manera. Toni Viñals sorprende en su trabajo corporal y sabe aprovechar su peculiar dicción para jugar con las reminiscencias de la comedia del arte (sello de la casa). Anna Alborch muestra una comicidad indestructible (su interpretación de “Soave sia il vento” de Mozart es impresionante). A su vez, Robert González nos conquista con la verdad que transmite a cada paso, colocando cuerpo, voz y mirada siempre en el lugar preciso y en el momento oportuno. Gran trabajo individual y de conjunto.

El particular y muy original y dúctil espacio escénico (y vestuario) de Beltran y Ramon Ivars terminan de redondear la propuesta. En combinación con la iluminación de David Bofarull, favorece que los intérpretes sean el centro de atención y creación a la vez que disparan nuestra imaginación para delimitar espacios y lugares, reflejando o evidenciando de algún modo su faceta interior. Lugares recónditos y mentales. Gran trabajo alegórico. Material, texturas, telas y luminaria que progresivamente van evidenciando su presencia hasta llegar a un final tan adecuado como estéticamente revelador.

Finalmente, es muy loable no sólo la intención sino también el resultado conseguido con Oklahoma. De manera nada acomodaticia, Gemma Beltran ha sabido captar la esencia de sus anteriores trabajos para extraer el aprendizaje asumido tras todos ellos y transformarlo en una genuina pieza teatral. A la vez reflejo y validación de una manera de entender, vivir y participar de las artes escénicas totalmente inclusiva. Es curioso cómo una pieza que indaga tanto en las motivaciones y la esencia del intérprete convertido en personaje sabe captar la atención auditiva y visual del espectador y hacerle partícipe de la vertiente intrínseca del asunto en todo momento. Diversión y reflexión que se dan la mano hasta maximizar el valor de la experiencia (y la asistencia) teatral.

Crítica realizada por Fernando Solla

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