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03.07.2017 Críticas  
Lorca vive siempre, siempre, ¡SIEMPRE!

¡Ay, qué sinrazón! ¡Ay, qué montaje! Bodas De Sangre ha llegado a la Biblioteca de Catalunya. Oriol Broggi se impregna de Lorca y nos brinda un regalo en forma de función teatral que, sin duda, es ya uno de los títulos que recordaremos imborrablemente de los muchos vistos en la casa. Federico inmortal, eso siempre.

Con seis actores, tres músicos y un caballo toda la fuerza de las palabras del autor cobra vida de una manera tan natural que parece que el texto fue escrito así. Broggi no ha querido centrarse en el argumento (aunque pocas veces lo hemos interiorizado como algo tan nuestro y de manera tan clara) y ha situado la poética de los versos en primer término. Un acierto rotundo, más cuando algunos actores, especialmente Clara Segura y Nora Navas, intercambian personajes en varios momentos. El director ha incluido también algunas acotaciones, destacando de nuevo la capacidad lorquiana de transmitir a través de la forma del lenguaje.

La escenografía, también de Broggi, sitúa al público a cuatro bandas, pero con un inmenso (y árido) espacio rectangular que utiliza la totalidad del cosmos del recinto. Toda su anchura y amplitud. Por ahí se moverán los intérpretes diciendo el texto con una urgencia y necesidad que contrastará con el desahogo y hechura del ambiente. Magnífica posibilidad para estas Bodas De Sangre. Triunfal figuración y movimiento de todos ellos, que conseguirán que los veamos y los escuchemos sin que su situación parezca impostada en ningún momento.

Digo posibilidad porque quizá uno de los mayores aciertos del montaje es que en ningún momento sienta cátedra. Sin querer ser tajante, la inmersión en tan particular universo termina por resultar una vivencia única e incomparable. La aportación musical de Joan Garriga (acompañado por Marià Roch y Marc Serra) resulta impagable. Cierto es que quizá en algunos momentos redunda sobre algo que ya queda explicado por el texto, pero puestos a experimentar y sumergirnos en esta monumental obra), ¡qué gran placer! Tanto por la selección como por la interpretación. A destacar aquí también, cómo algunas piezas acompañan y se integran en las entradas y salidas de los personajes, logrando momentos de pura magia.

Esta será una constante. Músicos y técnicos convertidos en intérpretes, caballo que se funde con el personaje de Leonardo, actriz que se torna en amazona… De alguna manera, el espíritu de La Barraca entra en la Biblioteca. El vestuario de Berta Riera contextualiza sin alejar lo que sucede de nuestro aquí y ahora. Sus soluciones para la interpretación de La Muerte o La Luna son sencillas y plásticamente ejemplares. Lo mismo sucede con la iluminación de Pep Barcons y el sonido de Damien Bazin. En un espacio tan grande se consigue que los personajes lancen las palabras con necesidad y que lleguen en todo momento. La focalización tanto lumínica como sonora son excelentes. Y algún momento cumbre en oscuro descorazonador y, siempre, muy emocionante.

Y los intérpretes… De nuevo, ¡ay, qué sinrazón! Enormes, generosos, adecuados y embajadores de lujo del texto lorquiano. Cada palabra se escucha, cada coma se respeta, cada sentimiento nace, llega e impacta. No hay papel pequeño si el actor es grande. Pues eso. Juguetón, el caballo, y Montse Vellvehí (maravillosa caballista) se confunden con Leonardo. El “uso” y aparición del animal está perfectamente integrado en la propuesta y la actriz consigue que todo suceda como debe con aparente facilidad. Anna Castells dice el texto con un cariño y ternura y una inquietud en el rostro que llega directo a lo más hondo. Pau Roca es un Novio que con la mirada dice lo que saben pero callan sus palabras e Iván Benet es un Leonardo magnífico. Sus palabras serán todo lo rudas que requiere el texto, pero urgentes y sentidas. El contraste con su lenguaje corporal y la pesadumbre de su rostro nos duele, y mucho. Gran acercamiento.

Nora Navas y Clara Segura se funden con el resto de la compañía durante toda la función. Serán La Madre y La Novia, pero también La Luna y La Muerte. No hay palabras para describir lo que Navas trasmite con su rostro, tanto cuando encarna a La Madre como a la novia de Leonardo. Hay que verla. Y Clara Segura… Cada palabra, cada gesto, cada mirada, cada entonación, cada paso, cada escucha, cada respiración y cada latido nos conmueven y despiertan nuestra atención, empatía, absorción y alimento. Quizá su mejor interpretación hasta la fecha.

Entre ambas consiguen lo más importante que sucede en estas Bodas De Sangre y es que se establezca un diálogo entre Madre y Novia, que se entiendan y se comprendan. Y con ellas, todas las mujeres de incumben las generaciones desde sus personajes a las nuestras. Un gran triunfo para ambas, Broggi y toda la compañía.

Dice La Novia en uno de los momentos culminantes de la función: “…pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre…”. Lo dice ella y lo dice Clara. Lo dice Lorca y lo sentimos nosotros con Broggi y esta magnánima compañía. Estas Bodas De Sangre nos han arañado el corazón y se han convertido en la espina clavada en nuestro centro. La que nos hiere pero a la vez impide que la sangre se derrame a borbotones. Hemos vivido y hemos sentido. Hemos amado y hemos comprendido, escuchado, atendido y entendido. Y nos sabemos testigos de algo grande, muy grande. Que no se puede explicar, que no se puede calcular pero que “…aunque hubiera(mos) sido vieja y todos los hijos de tu hijo me (nos) hubiesen agarrado de los cabellos…” no nos cansaremos de revivir este montaje siempre, siempre, SIEMPRE.

Crítica realizada por Fernando Solla

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