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22.06.2017 Críticas  
Profunda inmersión en la psicología del fracaso

Propuesta a contracorriente la que nos propone el Teatre Akadèmia. Con Lear. La caça de l’home recuperamos un fragmento del monumental espectáculo “F.R.A.U.”, que pudimos ver en en Grec 2016. Una puesta en escena en la que la palabra requiere todo el protagonismo y que interpela directamente al intelecto, tanto de los personajes como de los espectadores.

Tiene todo el sentido del mundo, dada la naturaleza de la función original, extraer este parte que, a la vez es muestra muy representativa. No es imprescindible, pero sí que hay que destacar que la calidad de la experiencia del público se verá proporcionalmente amplificada en función de su conocimiento y aprehensión del original shakesperiano. El viaje de aquel Lear era un descenso hacia lo más ínfimo del fracaso del ser humano. A través de la ficción de su historia, el rey podía extraer unas conclusiones más o menos definitorias de la calidad como persona de sí mismo y de los que le rodeaban.

Lear. La caça de l’home de Albert Balasch nos sitúa en el momento inmediato en el que el personaje asimila en su consciencia ese fracaso. Devastado, sus respuestas parecerán una verbalización dicha al público pero que, en realidad, se dice a sí mismo. La crisis del lenguaje y la pérdida de significación de las palabras que, sin embargo, son las únicas herramientas posibles para comprender. Quizá la comprensión sea un arma más afilada que la transigencia, quién sabe. Un texto que es un manual sobre la psicología del personaje y, por extensión, del desencanto vital hacia el mundo que nos rodea y hacia aquellos que lo habitan. Una densidad poética impagable cuya mayor dificultad para llevar a escena es, precisamente, conseguir y mantener la escucha activa del espectador.

La dirección de Albert Arribas es muy arriesgada y, a la vez, da en la diana ya que sabe captar nuestro interés demostrando a la vez que es en la palabra donde está la clave. Si la palabra llega, todo lo demás viene rodado. Para ello, sitúa a los personajes frontalmente hacia el público y hace que nos hablen directamente al centro de nuestra razón. El trabajo con el corazón ya lo hizo el bardo y aquí la lección ya la traemos aprendida. Y sino, aquí están Oriol Genís y Antònia Jaume para compartirla con nosotros. Un trabajo muy bien reforzado por Mònica Almirall y Marta Ossó, que situarán a los personajes con asertividad y eficacia, como pobre Tom y corifeo, respectivamente. La dicción y claridad de Ossó al dirigirse directamente al público nos dan las herramientas necesarias para enfrentarnos a la inmersión de Lear.

Tanto Lear como Cordèlia se mostrarán ante nosotros por separado. En el caso de ella, la necesidad de justificarse será la motivación con la nos hablará. La labor de Antònia Jaume es admirable. Sabe como mostrar toda la exaltación del personaje, a un ritmo prácticamente desbocado y fuera de control y, a la vez, haciendo pesar cada palabra, cada sílaba, cada coma.

Contrasta con la aproximación de un Oriol Genís que prácticamente obra un milagro. Despojado de cualquier vestuario que denote su anterior realeza, el actor se mostrará inmóvil ante nosotros y a la vez indómito en su apesadumbramiento. Con su mirada, nos transmitirá todo el viaje vital de su personaje y nos hipnotizará a través de la escucha. El trabajo realizado con el lagrimal, a medio caer y siempre presentes la gotas saladas de su desgracia pero sin deslizarse del todo, es impresionante. Nos hace ver fijando su mirada todo por lo que ha pasado, a la vez que con su pronunciación nos hace partícipes de su estado de ánimo. Como si las palabras las dijera en tono bajo y hacia dentro pero su mirada nos las devolviera y las lanzara como dagas hacia nuestro intelecto. Su persuasión y convicción es siempre a través de la razón y no de los sentimientos y, sin embargo, la empatía aparece desde la primera frase. Un triunfo.

Finalmente, se agradece que el espectáculo apueste por seguir defendiendo la fuerza de la palabra en su puesta en escena, apoyado por una escenografía y vestuario diseñados por Sílvia Delagneau, que nos sitúan en este (no) espacio mental. Se agradece mucho esta reivindicación lingüística de Balasch y Arribas en la dramaturgia, algo que en la mayoría de propuestas contemporáneas ha quedado relegado a un segundo plano, en favor de la imagen y el formato pantalla.

Crítica realizada por Fernando Solla

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