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22.06.2017 Críticas  
El juego de la palabra

Se llena el ambigú del Teatro Kamikaze de unos diálogos endiablados, juguetones, irónicos e incluso absurdos en algún momento. Barbados etcétera disecciona el mundo de la pareja utilizando un lenguaje particular.

El autor de la pieza, Pablo Remón, nos habla de una pareja típica. Hombre y mujer. En escena el neón con la palabra Barbados. Un suelo blanco y dos banquetas. La pareja típica son Fernanda Orazi y Emilio Tomé. Ellos nos llevaran a este triple relato, en el que la música, la estructura narrativa errática, la retórica, la ironía y Barbados aparecerán de manera recurrente.

El primer relato, nos hablará de la historia del tapicero, del último tapicero de la faz de la tierra. En el segundo relato nos encontraremos con el divertido flechazo de la protagonista con el solista del grupo Europe, a ritmo de la archiconocida “The final countdowm”. En el tercer relato, nuestra pareja está en IKEA, en la sección terraza y jardín. El tedio se apodera de ellos en ese idílico entorno.

Contado así puede parecer este un entuerto difícil de gestionar, pero no lo es. Principalmente por la originalidad de la propuesta. Los actores narran e interpretan un texto que merece ser leído, pues esconde tantas vueltas que es complicado comprender toda su hondura con solo un visionado. Pablo Remón vuelve a hacer de equilibrista del lenguaje.

El otro acierto son estos dos actores que dicen este enrevesado texto con una soltura entre aletargada y abrupta. Este texto no puede ser interpretado de otra manera. Fernanda Orazi, con su gestualidad y timbre de voz es magnética. Emilio Tomé tiene un rol más vivo, pero sumamente difícil, pues tiene que transmitir esa desgana, ese desprecio. No es esta función un drama, tampoco es una comedia. Transita por una fina y elegante línea de condescendencia entre los dos géneros. No cae estrepitosamente en ninguno, se mantiene en el aire, flota sobre los espectadores la magia del texto, la sorpresa ante la siguiente frase.

Cierto es que la hora en la que se programa, y la temperatura exterior quizá no ayuden demasiado a crear el ambiente necesario para una función así. Pero se disfruta asistiendo a este duelo, a esta disección indolora del mundo de la pareja.

Quedan unas pocas funciones para descubrir cómo Barbados une las tres historias y donde nos lleva el etcétera.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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