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21.06.2017 Críticas  
Strindberg como precursor de Adolfo Suárez

Que August Strindberg fue predecesor del teatro del absurdo o el de la crueldad es algo más que consensuado. Dansa de mort es una obra muy particular y quizá de las más autobiográficas de su trayectoria. La versión que nos presenta la Sala Muntaner nos sitúa inmediatamente después de la transición española y tras la firma de la Constitución.

No hay una opción más válida que otra cuando nos acercamos a un texto dramático y lo versionamos. Siempre que con nuestra decisión sirvamos al texto original o a cualquiera de sus ideas y mostremos su reflejo en el tiempo actual. Jordi Casanovas ha modificado el tiempo de la acción de principios del siglo XX y lo ha acercado aproximadamente ocho décadas a nuestro territorio. Sin remarcar la aproximación geográfica explícitamente, se han utilizado algunos documentos radiofónicos para contextualizar la versión.

¿Valido? Sí. ¿Extraño? También. Esquizofrenia, feminismo, misoginia, dilemas éticos y políticos, matrimonios frustrados… Todos estos conceptos e ideas marcaron tanto vida como obra del autor. Quizá es cierto que, a día de hoy, no impacta tanto el encadenamiento a un matrimonio frustrado. La solución del divorcio está ya bastante asimilada, por lo menos como opción. La confusión llega cuando, a mi parecer, esta obra no habla tanto de lo infructuoso del matrimonio sino de la necesidad de ambos participantes de imponerse al otro a través del dominio psicológico y de un juego cruel y perverso. Digamos que todos los elementos de la obra salen de lo más profundo del ser humano, del interior, y no de una institución externa, un pacto o acuerdo social como el matrimonio. La inquietud que podría provocar la situación se convierte en algo disperso. Reflejando antes la monotonía de la pareja que sus motivaciones internas.

Profundizar más en ese aspecto hubiese jugado a favor de esta puesta en escena que sí que consigue con éxito reflejar esa isla interior en la que nos perdemos en muchas ocasiones. La escenografía, también diseñada por Casanovas, transforma el espacio escénico y lo sitúa en el centro de las dos gradas que circundan el escenario. Esta decisión apoya a que nos sintamos dentro de ese faro rodeado de agua por todos lados, a la deriva. La dirección de actores sigue por ese terreno. Tanto Lluís Soler como Mercè Aránega nos transmiten el hastío de su vida en común, contrastando con la visita del tercer personaje, interpretado por Carles Martínez. Los tres mantienen con oficio el difícil pulso entre la repulsión y la curiosidad que nos transmiten sus personajes. Aunque en esta versión, resulte algo complicado empatizar con ellos.

Muy buen diseño de iluminación de Sylvia Kuchinow, que consigue integrar toda la sala en la acción creando un ambiente interior recluido y verosímil, en todo momento consonante con el sonido de Marc Santa. La composición musical de Carles Viarnès sigue en esa línea y consigue un balance destacable entre lo interior y lo exterior. A su vez, el vestuario de Irantzu Ortiz prioriza el dotar de carácter a cada personaje antes que recrear el tiempo de la acción y aquí volvemos a despistarnos un poco.

Quizá era la intención de la propuesta, mezclar épocas y momentos. Pero la aproximación entre el caso concreto e individual de los personajes no termina de ser representativo del momento social y político en el que se ha contextualizado el conjunto. O esa es la sensación que me invadió tras finalizar la representación.

Finalmente, destacamos la elección (de la sala y Casanovas) tanto del autor como del texto. Strindberg sigue conformando a día de hoy un universo muy complicado de escenificar y transmitir. No querríamos caer en el error de no valorar una dramaturgia y versión que demuestra unidad en todo su conjunto. Ahí Casanovas ha realizado muy buen trabajo, continuando una línea narrativa muy en consonancia con el resto de su obra como autor. En nuestro caso, la duda con esta Dansa de mort es que nos parece que aproximación y original navegan hacia rumbos opuestos. Un debate que, eso sí, debería estar mucho más presente en nuestra cartelera y que, aquí, sin duda encontraremos.

Crítica realizada por Fernando Solla

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