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09.06.2017 Críticas  
Reflexiones, sentimientos e inquietudes entre el sueño y la vigilia

Els Pirates Teatre vuelven a Shakespeare. Y esta vez, más que una versión comparten con nosotros una visión. Todo lo particular que se quiera, este Somni d’una nit d’estiu demuestra una tenacidad admirable para analizar la adecuación espacio temporal de una obra a los tiempos que corren desde dentro de la misma representación.

El trabajo de Adrià Aubert y Ariadna Pastor en la adaptación es muy destacable. En primer lugar, han mantenido la traducción de Salvador Oliva y han vertebrado la dramaturgia hasta conseguir condensar el material original en un acto único. Además, han sabido cómo adecuar su manera de entender el texto a la situación actual del gremio de trabajadores escénicos. Por último, han conseguido acercar la representación a la voluntad principal que tuvo el autor para escribirla. Un encargo de un amigo o conocido que la quiso representar para celebrar sus nupcias.

Siete intérpretes se desdoblan en todos los personajes. Actrices y actores a los que hemos visto varias veces durante esta temporada y que siempre componen unas creaciones aportando algo particular a cada uno de sus trabajos. En el Somni d’una nit d’estiu esto se mantiene, creando además una compañía que hace de las peculiaridades de cada uno de ellos su máximo valor. Una compañía que se extiende mucho más allá del escenario y que también incluye las piezas musicales originales de Llorenç González y Guillem Roma y los arreglos de Ariadna Cabiró.

Aubert no reduce el embrollo a los enredos amorosos, sino que también profundiza en los cadenas de la estructura familiar, consiguiendo que los cambios genéricos no sólo se reivindiquen sino que aporten significado al conjunto de la obra. La presencia femenina será, pues, muy importante. Como también la plasmación en escena de los egos y motivaciones de los distintos miembros de un elenco teatral. La inclusión de “Romeo y Julieta” es apoteósica. Aquí se demuestra cómo se puede romper con los lugares comunes del acercamiento a los clásicos, ironizando también sobre la creación contemporánea, que muchas veces olvida el contenido para centrarse en la forma.

La escenografía de Enric Romaní desnuda el espacio escénico integrando trampillas y toda la sala en la representación. Esto es imprescindible para que el ritmo de la función se mantenga con brío e imparable. Reflexión en los parlamentos y en las interpretaciones combinadas con entradas y salidas que se suceden de modo vertiginoso. Esto dota de una pátina de melancolía que casa muy bien con el espectro de emociones que se evocan y transmiten mientras dura la función.

El vestuario de María Albadelejo consigue diferenciar lo que sería el mundo fantástico del real (al manos tal y como está escrito en el texto), ya que en la puesta en escena la idea de celebración, fiesta y, lo más interesante, resaca, adquiere un protagonismo relevante y magnífico. Lo que se interpreta aquí es el deseo y el capricho. La idea de que todo lo que sucede es real en la medida que sucede en la imaginación de los personajes. Esta es la gran aportación del montaje y que la convivencia de estas siete o más realidades conviva felizmente sobre el escenario se salde con éxito depende en gran parte de los cambios de vestuario. A destacar, las piezas para las hadas. Momentos desternillantes e hipnóticos. Mención especial también para los postizos de David Chapanoff.

Finalmente, volvemos a los intérpretes. Todos destacables, pero sobretodo su trabajo en conjunto. Ricard Farré consigue algunos de los mejores momentos cuando se convierte en asno y Núria Cuyàs sigue combinando sus aptitudes vocales con la comicidad y profundidad de su interpretación. El tándem formado por Lluna Pindado y Àlvar Triay destaca en sus intervenciones conjuntas. Laura Pau entra en escena como un huracán, algo que combina muy bien con la actitud más relajada y la expresividad (el momento muro es enorme) de Ariadna Pastor. A su vez, Laura Aubert se convierte en una gran maestra de ceremonias. Todos ellos convierten a este Somni d’una nit d’estiu a una propuesta muy a tener en cuenta, tanto por la aproximación de Aubert como por el éxito en la confrontación de lo que dice la obra y el sentido (o no) que puede seguir teniendo hoy en día.

Crítica realizada por Fernando Solla

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