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06.06.2017 Críticas  
El instinto animal

A principios de los 90, Iván Mishukov huyó de su casa. Algo impulsó a ese niño de tan solo 4 años a escapar de un hogar donde solo había terror. Vagó por las calles de Moscú durante dos años. Llegó a ser parte de una manada de perros callejeros. Esta historia real sacude ahora la sala pequeña del Teatro Español.

La novela de Hattie Naylor se traslada al teatro en una versión de Juanvi Martínez Luciano y Víctor Sánchez Rodríguez, quien se hace cargo también de la dirección. Esta función se presenta a modo de monólogo. Creo que no hay en este momento actor más acertado que Nacho Sánchez para interpretar a ese niño.

La historia es dura y casi increíble. El relato de la supervivencia en las frías calles de Moscú, de un niño de apenas cuatro años de edad. Sus encuentros con las bandas de niños que esnifan pegamento, sus encuentros con los borrachos que beben hasta morir, cuyos cadáveres no se descubren hasta que la nieve desaparece. El ingenio agudizado por el hambre y los perros, sobre todo los perros. Iván hace amistad con un perro. Comparten la comida que encuentran, y finalmente formará parte de una manada. Iván aúlla para comunicarse y sus camaradas caninos le ayudan y protegen sacando garras y dientes.

La historia está relatada desde el “ahora”. Con desenfado, quitándole toda capa de efecto sentimentaloide. Iván ya ha crecido y nos cuenta su aventura. Para ello Nacho Sánchez usará sus armas de gran actor. La mirada de Nacho traspasa. Sus ojos grandes y expresivos, todo su inacabable lenguaje corporal, toda esa fuerza que desprende, conseguirá que el relato cobre vida ante nosotros. Hay que elogiar el trabajo escenográfico y de dirección. Con pocos, pero efectivos elementos, se subrayan las emociones.

El desenfado con el que están tratadas algunas situaciones, permite incluso la sonrisa ante el relato del horror. Hay que recordarse continuamente que eso le está ocurriendo a un niño de solo cuatro o cinco años. La madurez de los razonamientos y la ironía hacen que a veces se nos olvide eso, pero de golpe algo nos lleva de vuelta al niño, y ahí es cuando el pellizco se siente en las tripas.

Aunque todo el relato nos suene algo ajeno, al final hay que escarbar un poco más y descubrir la moraleja que encierra esta historia real. La humanidad como concepto ético está alejada del ser humano. Este niño encontró su humanidad en el reino animal. En unos perros abandonados, callejeros, que demostraron más moral que toda una sociedad humana que se desmoronaba y se sigue desmoronando. Iván y los perros demuestra que ante el aullido, la respuesta no siempre vendrá de donde la esperamos. Quizá el ser humano nos decepcione, pero la humanidad no es coto privado de los hombres. Iván y los perros y el mágico trabajo Nacho Sánchez merecen una visita al Español transformado en el frío Moscú.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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