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27.05.2017 Críticas  
El cuento de los poderosos

El Teatro Real pone en pie una ópera poco representada, pero de una gran belleza visual y de una innegable calidad. El Gallo de Oro, del ruso Nikolái Rimski-Kórsakov, es una crítica mordaz al poder, a la irresponsabilidad de muchos gobernantes y a la ignorancia del pueblo como masa dominada.

En 1905, la conocida masacre conocida como domingo sangriento impactó al compositor ruso. Impresionado por la terrible represión contra los manifestantes, y tomando como base un cuento de Aleksandr Pushkin, compuso esta ópera que relata como el zar ruso Dodón gobierna desde la cama, un zar que quiere prohibir que le despierten, un zar que se fía de los designios de un caprichoso gallo dorado que le avisará o le tranquilizará en función de la proximidad de los ejércitos enemigos. Un día no le queda más remedio que acudir al campo de batalla. Una vez allí y tras la muerte de sus dos hijos, conocerá a la deslumbrante y seductora zarina de Shemajá. Esta mujer le embaucará usando todos sus encantos, y conseguirá que este anodino zar le prometa todo su imperio. Todo esto desembocará en el trágico final del cuento, que encierra moraleja y un guiño final.

El montaje que se presenta estos días en el Real fue un gran éxito el pasado diciembre en su estreno en el Teatro de La Monnaie en Bruselas. Aquí sin duda lo será también. Siguiendo unos parámetros clásicos, con ese aura de fábula y cuento que desprende, la historia se sigue con interés y esbozando más de una sonrisa gracias a la excelente puesta en escena ideada por Laurent Pelly y el acertado vestuario que acentúa el clima de fantasía.

Una gran cama, que hace las veces de trono preside el primer acto. El segundo acto nos lleva a la majestuosa tienda de la zarina, y el tercer acto sorprende con esa cama-tanque que ilustra la absurdez del zar.

Esta ópera que carece de arias, se acerca más al relato cantado. Grandes composiciones musicales, con melodías que nos van acompañando en todo el desarrollo de la misma. Arreglos divertidos y una presencia importante del coro. Los papeles principales están interpretados con gran maestría. Dimitri Ulyanov y Venera Gimadieva suenan con potencia y claridad. Ivor Bolton imprime su sello personal a la dirección musical. Hay que destacar la tremenda belleza de la pieza que el mismo Ivor Bolton y la violinista Gergana Gergova interpretan en el breve interludio entre el segundo y el tercer acto. La pieza en cuestión es Concert Phantasy de Efrem Zimbalist y Hym to the sun de Fritz Kreisler.

Esta ópera de mimbres clásicos, a pesar de no impactar tanto como otras propuestas de esta temporada, es un soplo de aire fresco y divertido. El aroma de cuento y fantasía va invadiendo todo el teatro, con lo que al final, en el epílogo de ese astrólogo que tiene mucho de Rasputin, no podemos más que sonreír.

Sorprende el atrevimiento de Kórsakov al retratar al pusilánime zar. Cuesta creer que hoy en día se hiciera una ópera en la que se mostrará tan evidentemente la incapacidad e ineptitud de algunos de los líderes más poderosos del mundo.

El Gallo de Oro es un excelente divertimento. De una gran calidad operística, y de una lectura más o menos profunda. Todo dependerá de cuanto indaguemos en sus capas. Acudan a escuchar los vaticinios del simpático gallo, no les defraudará.

Crítica realizada por Moisés C. Alabau

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