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01.05.2017 Críticas  
Gritos ahogados por mordaza etéreas

Partiendo de la simple premisa del secuestro al que somete una mujer a otra, en un espacio subterráneo, y el diálogo que se plantea entre ambas bajo el mandato de «Dame una sola razón para matarte», Irma Correa teje un thriller angustioso que la mano de Ainhoa Amestoy logra que veamos mas allá de la venda que cubre los ojos de una de ellas.

Es conveniente acercarse a este Hablando (Último Aliento) sin conocer mucho del argumento, y de lo que se nos va a plantear, ya que parte del atractivo de toda la propuesta reside en el factor sorpresa de qué hace que una mujer retenga a la otra, cómo ha llegado a ese punto, y si va a cumplir aquello que se ha propuesto, que es matarla.

La autora declaraba, previo al estreno, que esta idea se le planteó al terminar de leer los diarios de la autora argentina Alejandra Pizarnik, fallecida a los 36 años, después de ingerir 50 pastillas, estando de permiso psiquiátrico, por su cuadro depresivo y dos intentos anteriores de suicidio. Esta angustia y agotamiento vital es donde Irma Correa acierta de pleno y hace que las palabras de estos dos personajes nos hagan partícipes de esa tensión que es Ainhoa Amestoy quien, con un mas que notable trabajo de dirección hace que estas dos actrices, haga incomodar al patio de butacas con este crudo secuestro.

Aunque el propio título no da muchas pistas sobre lo que en la sala Princesa del teatro María Guerrero va a ocurrir, Hablando (Último Aliento)es un ejercicio de estilo cuyo suspense se mantiene hasta la parte final, sin decaer en ningún momento. Por lo poco que podemos ver a través de la venda que nos tapa los ojos al público, ‘ella’ (Lidia Navarro) tiene retenida a ‘ELLA’ (Muriel Sánchez) en un oscuro lugar, cuyos resquicios de luz están cubiertos por lienzos blancos. Un incesante goteo de agua, una mesa, dos sillas, dos mujeres que nos dan la espalda. Una de blanco. La otra de negro. Solo una radio y un teléfono son los elementos que les conectan con el exterior. Y comienza el combate dialéctico. ‘ella’ se descubre como una raptora amable, superada por las circunstancias, y cuya aparente duda enmascara una clara voluntad de llevar a término lo que se ha propuesto, que solo una de ellas salga viva de ese espacio. ‘ELLA’ no es una rehén cualquiera, es mas fuerte que su captora, y va a intentar con esa ventaja acabar con su encierro, por las buenas o por las malas, con la fortaleza que le otorga el no tener nada que perder.

A Lidia Navarro solo la había podido ver en un montaje en el teatro Lara de Madrid, hace ya muchos años, como la Alice Ayres de «Closer» de Patrick Marber. Los matices de su Alice superaban hasta los interpretados por Natalie Portman en la versión cinematográfica del texto, y posteriormente comenzó a colaborar en la serie «Herederos» de TVE. Yo la consideraba una completa desconocida que se comía a los dos pesos pesados con los que compartía escena, y sus momentos con Jose Luis García Pérez eran un choque de trenes. Con esa fortaleza y entrega que tiene Lidia en el escenario, se prodiga poco en proyectos que tengan especial relevancia en el circuito teatral madrileño, y es una pena para todos aquellos que consideramos que su construcción de personajes le deben exigir un desgaste extraordinario, que la veamos tan poco, o bueno, quizás sea esta la causa. Con ‘ella’ adivino que Ainhoa Amestoy es una directora generosa que permite que sus actrices propongan formas de abordar el reto de interpretar a esta mujer consumida y atormentada, tomando medidas extremas para recuperar las riendas de su vida.

Muriel Sánchez no es el sujeto pasivo de este secuestro, y su ‘ELLA’ es una titana, una superviviente en todas las facetas de su vida, que no va a dudar en minar la voluntad de ‘ella’ para que acabe de una vez con todas con las ataduras que no le atan a ella, sino a ambas. La interpretación de Muriel también es hija de la mano de Amestoy, y es de agradecer, como espectador, que cada vez mas directores se conviertan en cómplices de su equipo para ofrecer duelos interpretativos como el de este Hablando (Último Aliento).

Irma Correa, considero que nos ha querido transmitir lo que supone que en esta sociedad actual, aparentemente libre y democrática, aun quedan parcelas en las que ciertos colectivos, y en este caso, el colectivo femenino, tiene aplicada una mordaza y una venda invisibles que no les permiten tener voz, voto, o voluntad para decidir cómo vivir su vida. Mas allá que la mordaza que describe este montaje es mas que clara y sigue siendo una lacra a estas alturas del s.XXI, la escenografía de Elisa Sanz ayuda a ilustrar que el muro contra el que se chocan una y otra vez estas víctimas es frío, tangible, un entramado metálico por cuyos resquicios ‘ella’ puede llegar a sacar las manos, hacerse visible, acceder a la luz exterior, pero solo a partes, sin poder revelar todo su ser, solo pequeños fragmentos de su anatomía que, de sentirse tan pequeña, tan mermada por sus circunstancias vitales, y ese yugo invisible que es su propio pensamiento, son obviados por su entorno, la población, o hasta por ella misma.

Hablando (Último Aliento) es un montaje interesante y necesario, que, mas allá que considere que nos pone ante una temática manida, plantea una interesante reflexión de hasta cuándo esta situación va a seguir planteándose y cuántas personas mas van a continuar perdiendo la vida por este cáncer cuya cura está al alcance de la mano de todos.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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