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28.04.2017 Críticas  
Entre la genialidad y la tomadura de pelo

Lo que alborota a la gente ante un secreto es el hecho de que sea secreto, no la información que pueda disponer o transmitir dicho secreto. El ser ese alguien especial que consigue desentrañar o descubrir algo que no está al alcance de todo el mundo, de poseer lo prohibido, es lo que da valor al secreto y no el secreto en sí, que no deja de ser un macguffin cualquiera.

White rabbit red rabbit vive de eso, de un secreto, de algo arcano y especial que solo nos llegará a unos pocos y tenemos que sentirnos afortunados de ser parte de él. Tiene el pacto tácito, pero no escrito, con el público, con el intérprete y con la crítica de no desvelar su trama, de su juego. Es una obra de un solo actor/lector y un solo público. Con la premisa de que ni siquiera el intérprete debe saber nada, absolutamente nada del libreto que recibe en el mismo escenario al empezar la función, la obra del iraní Nassim Soleimanpour lleva años girando por el mundo y siendo en cada sesión representada/leída por una persona diferente. En el caso que nos compete, en el BARTS Barcelonés, 9 días y 9 actores. En mi sesión con la actriz Clara Segura.

Como decía antes, de eso vive la obra, del misticismo, del secretismo de compartir con un puñado de desconocidos algo; del sentirnos elegidos entre miles; de ser alguien y vivir algo que nadie más podrá volver a vivir.

Si entras en el juego y aceptas, entiendes o asumes como correcto lo que sucede puedes disfrutarla, como le sucedió a una gran parte del público cuya predisposición y aceptación llegaba a rallar lo risible; aplaudiendo cuando no tocaba como si hubiera alguien de producción animando a la platea con un cartel centelleante que rezaba “APLAUSO”.

Yo personalmente me sentí como si tras años de sesudo estudio de la dianética, de la mente analítica y la reactiva; de infinitas sesiones de “auditación” con el ministro; de miles de euros gastados en subir poco a poco, y con mucho esfuerzo, por el escalafón hasta alcanzar el nivel “OT III” en el que por fin me desvelan el secreto, el confidencial, el gran misterio, todo se reduce a un extraterrestre llamado Xenu que hizo noséqué y que nos afecta a los seres humanos de nosécual manera. Lo importante, la meta, era el saber el secreto, el esfuerzo hasta llegar a él, porqué el secreto en sí vale entre poco y nada.

Habrá gente que vea White rabbit red rabbit como un sublime acto de genialidad y hasta cierto punto un acto surrealista (en el sentido primigenio de la palabra y no en el que le hemos dado entre todos); yo lo veo como una tomadura de pelo de gran calado que por el mero hecho de compartir un MOMENTO con desconocidos y ser diferente en su envoltorio se le da un valor completamente fuera de mercado. Si algo nos une a todos los seres humanos, independientemente de sexo, raza, religión, poder adquisitivo o de si somos de tortilla de patatas con cebolla o sin cebolla es lo volubles y lo “fácilmente” engañosas e ilusorias que son las masas.

Como no se puede hablar ni de temática ni de qué sucede sobre del escenario, porqué se agotaría la gallina de los huevos de oro y eliminaríamos el factor sorpresa, no queda más que hablar de la intérprete. No tengo nada negativo que decir de Clara Segura Crespo (su madre reclama su existencia en la vida de su hija y por eso hay que escribir el segundo apellido), va preparada para lo que le puede pasar, ropa cómoda y calzado deportivo y es simpática y con buena dicción pero tanto ella como todos lo actores/locutores/seanloquesean que aparecen en las sesiones de la obra lo que hace es leer. Sí, lee un guión y poco más se me permite comentar al respecto. No se puede decir que actúe bien, porqué no actúa, lee. Eso no se ensaya, no me imagino a los participantes de una lectura conjunta de El Quijote ensayando sus líneas en casa como no me la imagino a ella leyendo revistas en voz alta en medio del salón para no cometer errores cuando vaya al teatro. A lo que me vengo a referir es que sus momentos, cuando la sentimos cercana, son cuando habla en propia boca y no en la del autor; esas pequeñas improvisaciones donde aparece la Clara persona y no a la Clara actriz. Y no soy nadie para hacer crítica alguna o análisis de la Clara persona, ni es mi cometido ni la conozco personalmente.

Así que, en definitiva, no me esperaba nada porqué no sabía qué esperar pero lo que me encontré no vibraba en la misma nota que yo y aparte de no verle sentido ni gracia no fui capaz de empatizar ni con el escritor ni con el conejo blanco ni con el conejo rojo. Para gustos, los colores, y los conejos, claro.

Crítica realizada por Manel Sánchez

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