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28.04.2017 Críticas  
Contradictoria libertad occidental

Íñigo Guardamino nos quiere como público activo, y no simples espectadores que presencien los avatares de los personajes que se suceden en escena, y Este es un país libre consigue que nos planteemos si somos tan libres como pensamos, o tan solo somos unos pobrecitos que coartamos nuestra libertad por decisión propia.

No se si es muy aventurado tildar gran parte de la obra de Guardamino como un teatro costumbrista pasado de vueltas, o al menos, este último proyecto, al menos, lo es. Este es un país libre plantea como perfectamente normal (y hasta creíble) que unos padres primerizos den a luz un bebé mitad humano, mitad dingo; que un viudo rinda homenaje a su difunta mujer con una “compilation” de los mejores momentos de su funeral. Una niña esclaviza al mismo Cuerpo de Cristo para que cumpla todos sus deseos, como si fuese el Ratoncito Pérez; una pareja prepara una boda de ensueño para sus invitados, no ya para ellos. Un ciudadano norcoreano vive bajo una continua hambruna y feliz con yugo castrense que le aplica su gobierno.

Son muchos los temas que Íñigo condensa en la hora y media que dura el montaje, soportado por (una vez mas) excepcional escenografía de Alesio Meloni, que saca todo el partido al espacio de Nave 73; siempre es un gusto comprobar que algo esté considerado como un espacio OFF pero esto no esté reñido con el hecho de entregar un producto que podría perfectamente formar parte del circuito de grandes salas o teatros, cumpliendo en este y muchos otros casos, que menos es mas y el equipo de esta sala lo tienen claro y siempre ofrece máxima calidad en un menor espacio.

Centrándome de nuevo en este proyecto que hoy me ocupa, Íñigo escribe y dirige esta comedia negra, con tintes absurdos, que le convierten en el Charlie Kaufman patrio, con un universo tan personal como reconocible, que nos atrapa de principio a fin. Su labor de dirección es un elogio al conseguir que personajes tan ¿caricaturescos? sean totalmente creíbles y hasta reconocibles en nuestro entorno. Pasados los primeros minutos, no resulta descabellado nada de lo que sucede en escena, desde el bebé medio perro, las niñas con poderes, o ese viudo con ideas de bombero. Todo ese universo, gracias a unas interpretaciones notables de los tres actores, cobra vida y sentido.

Rodrigo Sáenz de Heredia es el padre primerizo, el viudo deshecho, y el novio asertivo. La versatilidad con la que interpreta todos y cada uno de sus personajes, con alguna mínima variación en el vestuario, es de aplauso y ovación. Me quedo con su viudo con visos de Dyango y dolor de plañidera, desternillante y doloroso. Natalia Díaz es la amiga de la niña con poderes, la feliz madre del híbrido, la fotógrafa de la boda y el norcoreano que sueña con cambiar pequeños detalles de su feliz opresión. Destaco como al común de los tres, que con solo cambiar el rictus, la entonación, o una pieza de tela, ya veas a una persona totalmente distinta es muestra de la calidad actoral y de un gran director. María Besant es la niña que practica vudú sobre la Sagrada Forma, la encargada de la empresa de video especializada en funerales, y la control freak que sellará su amor en una ceremonia memorable.

Son tantos los temas que se plantean en Este es un país libre que esto se convertiría en un ensayo en lugar de una crítica. Guardamino altera el ciclo vital de cada ser humano, en el que naces, creces, te reproduces, lo compartes en redes respetando la intimidad de los demás, si esto es apenas posible; te ajustas a los cánones normalizadores de la sociedad, y te mueres.

Todos nos vemos sometidos en nuestro día a día o incluso, en nuestra vida en general, a tener que elegir entre lo que queremos ser o hacer, y lo que nos vemos obligados a ser o hacer, según dicta la corriente general de nuestro entorno. Mas allá de creer que vivimos en una sociedad libre, que protege la individualidad de cada uno, esta serie de comportamientos que nos vemos “forzados” a cumplir, no nos aleja de esa realidad que vemos tan lejana, del régimen dictatorial y opresivo de la Corea del Norte del título. Ni somos tan libres como pensamos, ni ejercemos nuestra voluntad.

Un gran ejemplo de todo esto es el sector del viudo que quiere rendir homenaje a su difunta esposa con el video de su funeral. Este hombre es contactado por la empresa que ha rodado el video para informarle que la tristeza expresada en el sepelio no es suficiente y no da bien en cámara. Que la procesión vaya por dentro, no cumple el estándar de plañidera; si no te lanzas a la fosa del sepulcro la gente no cree que estas triste, hay que ceñirse a lo que se considera un luto evidente.

Cada una de las historias que Íñigo Guardamino narra en Este es un país libre merece su propio spin off, para ahondar y disfrutar mas de esos deliciosos seres imperfectos. Bravo a todo. Bravo a todos.

Crítica realizada por Ismael Lomana

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