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20.04.2017 Críticas  
Merci pour l’histoire, merci pour le voyage, merci pour le théâtre

La Cage Compagnie se instala en La Seca para compartir con nosotros su visión, en constante desarrollo, de lo que significa el teatro, tanto para el intérprete como para el público. Una visita inesperada que no debería pasar desapercibida por su capacidad para integrar la idea de la representación como viaje inciático hacia un punto de encuentro llamado discernimiento.

Õ (Ou les aventures prodigieuses d’un grand homme qui ne voulait pas mourir), la propuesta dirigida por Edgar Alemany, incluye al espectador desde su entrada a la sala. La disposición de las localidades, de alguna manera, abraza lo que sucede en escena. Y viceversa. Tres intérpretes nos esperarán para explicarnos “La epopeya de Gilgamesh”. La integración de elementos orientales en la puesta en escena resulta un gran acierto. El trabajo de Laurence Barrès en el vestuario y la escenografía consigue, desde la sencillez, que cada objeto se convierta en protagonista en el momento preciso, enfatizando precisa y excelentemente en la narración. Y lo más importante, a partir del uso que de ellos hacen los intérpretes.

La combinación de la improvisación de la música electroacústica de Joan Bagés i Rubí con la selección de músicas tradicionales de Jean-Yves Segalen funciona a la perfección. Sin duda, el espacio sonoro y su integración en la dramaturgia distingue a este propuesta hasta convertirla en imprescindible. Lo mismo sucede con el trabajo en el movimiento corporal. Nunca será el mismo puesto que la función persiste insaciablemente en esa búsqueda del intérprete, ante (con, por y para) el público. Un aprendizaje que es a la vez proceso y finalidad, que casa perfectamente con el anhelo de Gilgamesh, prácticamente enfermizo, de conseguir la inmortalidad.

La iluminación de Jeanne Dreyer consigue que veamos y atravesemos la oscuridad junto a los protagonistas. Totalmente adecuada para el desarrollo de la función, resulta sorprendente cómo captamos e intuimos cada sombra y cada movimiento en la penumbra. Lo visible de la opacidad. La fuerza poética que alcanza aquí la función es tan alegórica como emocionante. Y de algún modo, une a todas las disciplinas que intervienen en la (re)creación en vivo del espectáculo para convertirlos a todos, intérpretes y demás artistas, en protagonistas y compañeros de este viaje conjunto.

Los tres intérpretes recogen el testigo de la propuesta causando un impactante efecto hipnótico en el público. No es habitual que las historias se compartan con tanta urgencia, generando tanta anticipación y expectación. La parte narrada se realizará en catalán (bravo tanto por el esfuerzo como por el resultado de los tres por expresarse en esta lengua) y los diálogos se mantendrán en el francés original. Este detalle ayudará a que nuestra imaginación sitúe la historia en el no tiempo y no espacio. Los tres, Amandine Audinot, Cyril Descours y Giorgia Ciampi realizan un trabajo excepcional. El trabajo corporal es increíble, así como su colaboración en escena, cediendo y acompañando el cuerpo al del compañero, así como su voz (impresionantes también en el espectro vocal). Es muy emocionante ver cómo el mismo personaje cambia y es interpretando por cada uno, pasándose el testigo de manera afectuosa y manteniendo el tempo preciso. Rapsodas y juglares de éste, aquél y cualquier tiempo.

Sucede algo muy importante durante la representación y es que, de alguna manera, se consigue palpar la ilusión de aquello perdurable de la representación teatral. Del mismo modo que Gilgamesh se quedará silente contemplando la amplitud de su territorio, los intérpretes permanecerán ante un público que observa, respira y siente en el silencio más rotundo, viendo toda la magnitud de la propuesta a través de la oscuridad del fundido final. Un gran triunfo tanto para Audinot, Descours y Ciampi como para Alemany, Bagés, Barrès y Dreyer.

No cabe duda, que la Cage Compagnie merece ser seguida muy de cerca para todos aquellos que creamos que el arte teatral es un intercambio que va mucho más allá de la recepción pasiva de un mensaje dramático. El despertar del espectador a través una exacerbada escenificación de la épica interior. Una propuesta imprescindible en esta temporada 2016/2017.

Crítica realizada por Fernando Solla

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