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22.03.2017 Críticas  
El poder epistolar de una voz y una mirada

Cuando hace casi tres décadas, A.R. Gurney escribió CARTAS DE AMOR, no podía ni imaginar que sus palabras las interpretaría una actriz como Julia Gutiérrez Caba. La actriz comparte toda su sabiduría teatral con un compañero de altura como Miguel Rellán y con un público que, entre absorto y emocionado, descubre de nuevo el significado de cada palabra que pronuncia.

Hay que destacar de la traducción de Cristina de la Peña la mesura de su trabajo. Manteniendo las localizaciones del original, se ha conseguido adaptar el texto a un registro perfectamente reconocible aquí y ahora pero sin renunciar a los matices de clase de cada uno de los protagonistas. Hay un trabajo de adecuación muy importante para que las distintas edades en las que conocemos a los protagonistas queden reflejadas en su vocabulario, que mudará progresivamente.

El diseño de iluminación de Ion Aníbal López merece mención especial. CARTAS DE AMOR es un espectáculo concebido como lectura dramatizada y, sin embargo, nunca tendremos la sensación de estar asistiendo a este tipo de velada. En combinación con la escenografía de Mónica Boromello, ambos firman una puesta en escena muy adecuada y que favorece el desarrollo de la representación en todo momento.

Tras el estilizado sofá que ocupan los intérpretes un enjambre de bombillas iluminadas que, progresivamente, se irán apagando. Este recurso enfatiza de manera sensible y hermosa la trayectoria de la historia de los personajes y su desarrollo de principio a fin. La iluminación más intensa u oscura en un personaje y el otro en función del momento que pase cada uno contrasta e ilustra sin despistar el foco de atención de la palabra. Estos detalles, abrazan la interpretación de la pareja protagonista y resaltan excelentemente el trabajo de ambos. Cada detalle tiene un motivo y un porqué.

David Serrano sabe aprovechar todos estos recursos de la puesta en escena integrándolos magistralmente con la dirección de actores. Su mayor logro es no dar por hecho que la presencia de estos nombres por sí sola es suficiente y se convierte en una buena guía para que el resultado final sea perfecto. La decisión de dispersar las cartas por el suelo a medida que son leídas funciona a las mil maravillas y la creación de un espacio propio para cada personaje es todo un logro. Lo que tendrán en común serán las cartas, pero cada uno se manifestará ante nosotros a su manera. Lo mismo sucederá con el acercamiento de cada uno de los dos intérpretes para con sus personajes. Un gran trabajo.

Miguel Rellán es el encargado, de algún modo, de evocar y dar contexto a esta lectura de cartas. La utilería nos dará pistas de por dónde van los tiros, pero no será hasta el final que descubriremos el porqué. La aparente facilidad con la que el actor convierte lectura en conversación es más que notable. Su espontaneidad nunca se convierte en ingenuidad y, creemos de verdad, que ofrece aquí una de sus mejores interpretaciones, engrandeciéndose en la medida que su compañera aporta al trabajo conjunto y viceversa. El trabajo de ambos se intuye cómplice y así lo percibe el público.

Amor hacia un oficio, hacia una profesión, amor hacia el Teatro. Amor hacia un personaje que, sobre el papel, no siempre es el más simpático o con quien resulta fácil empatizar de buenas a primeras. Entrega, compromiso y rigor. Todo esto y mucho más transmite la interpretación de Julia Gutiérrez Caba. Desde el principio y a través de todas las edades de su personaje, la actriz demuestra un estilo particular y genuino que nos seduce y nos sacude. Nos atrapa y nos emociona. Mirada, voz y gesto. No se puede dar más movilidad a un personaje sin ponerse en pie en ningún momento. Con las manos y su modo de pasar las hojas y lanzarlas al suelo. Con esa querida y buscada disonancia entre lo que se lee y lo que se escucha para pasar cada papel. El recorrido por los altos y bajos de su personaje lo viviremos al completo y siempre en primera persona hasta dejarnos completamente desarmados en el tramo final. Grandísima interpretación de una no menos grande actriz.

Finalmente, y sin desmerecer el trabajo de su compañero de reparto y del resto de implicados en la propuesta, CARTAS DE AMOR se convierte en un intercambio pluscuamperfecto de admiración, respeto, y generosidad en forma de plenitud interpretativa entre la actriz y un público que se sabe afortunado de estar presenciando a una artista única e incomparable.

Crítica realizada por Fernando Solla

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