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01.03.2017 Críticas  
Confusión y enfado

El Real programa durante una semana esta “ópera” de Elena Mendoza que no llegó a representarse debido a problemas presupuestarios bajo la dirección del anterior director del Teatro Real, el Señor Mortier. La gran pregunta es si era necesario sacarla del cajón. El público ha hablado.

Estamos de acuerdo en que el arte no entiende de encorsetamientos y que la evolución de los parámetros establecidos nos puede llevar a descubrir nuevas formas y nuevas sensaciones. Un público inteligente normalmente sabe apreciar y alabar esos saltos sin red. Ahora bien, no todos esos saltos acaban bien. LA CIUDAD DE LAS MENTIRAS es un ejemplo de batacazo tremendo. Tomando como base cuatro cuentos de Juan Carlos Onetti se teje una historia que flaquea en su relato. Seguir la historia es casi una cuestión imposible. No solo intentar seguir la historia. A lo mejor es que eso no era lo importante, pero ni siquiera el paisaje onírico es seductor. La confusión reinante de personajes y situaciones que rozan el esperpento provocan la estampida del exigente público del Real.

Esta interpretación de una ópera roza momentos de sonrojo absoluto. En los casi noventa minutos de duración apenas se canta unos diez minutos, el resto del tiempo asistimos a un espectáculo de ruidos y sonidos que se han querido enmarcar en el nombre de “metateatro”. Para que ustedes me entiendan, una especie de Mayumana de supuesta categoría. Ponemos a unos cuantos músicos golpeando instrumentos, botellas, bandejas, platos y ya tenemos un espectáculo “metamoderno”. Le sumamos unos personajes inexplicables, poesía incomprensible y unos cuantos músicos repartidos en el patio de butacas. Lo que tenía que provocar el asombro consigue el enfado. Y ya les digo que no creo que la rigidez del público del Real no acepte propuestas nuevas, lo que no acepta son tomaduras de pelo.

Esta CIUDAD DE LAS MENTIRAS debería haberse programado en el marco de un Festival, o de un certamen de nuevos lenguajes. Jamás debería haberse programado como parte de la temporada operística.

Supongo que el aluvión de quejas que habrá recibido la dirección del Teatro le hará recapacitar. Es un despropósito que después de una de las mejores óperas y montajes de los últimos meses, a saber, “Billy Budd”, nos encontremos con este montaje que sonroja a los asistentes. No me gusta ser excesivamente duro con las propuestas, máxime cuando las percepciones que uno recibe pueden ser tan opuestas a las de los demás, pero les aseguro que la sensación que recorría el patio de butacas era de las más terribles que recuerdo. Los abucheos y las estampidas corroboran mi opinión.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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