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28.02.2017 Críticas  
Las madres nunca dejan de serlo

Andrés Lima y Emma Vilarasau son garantía de algo bueno. Si añadimos una producción de La Villarroel y un texto de Florian Zeller (considerado el mejor dramaturgo francés contemporáneo), el genialísimo resultado es LA MARE; una obra de tono surrealista que viaja por la psique de una madre que no es capaz de asimilar el proceso natural de los cambios de ciclo de la vida.

Vilarasau interpreta a Anne, una madre cualquiera, de una familia de clase media-alta que ha tenido dos hijos y que poco a poco se ha ido desmoronando física y emocionalmente cuando estos han ido abandonando el hogar para instalarse en sus propias vidas. El dolor y la obsesión se convierten desde entonces en sus parientes más cercanos, y son los que la llevan a inventarse un mundo propio del que no tiene forma de salir.

Una dramaturgia difícil de digerir para todo el público en general porque puede que muchas personas no sean padres pero, ¿quien no es hijo? Asimismo, la obra le añade la complicación de mezclar sueño y realidad (que viene dado por la situación tormentosa por la que Anne está pasando) y que consigue que el público permanezca espectante para conseguir adivinar si lo que estamos presenciando es realidad o ficción dentro de la ficción real que ya nos ofrece el teatro.

Lima ha dirigido de manera espléndida este montaje y ha conseguido extraer las partes más agrias (y a momentos, dulces) de los cuatro actores que lo intepretan. Unas representaciones exhaustivas, que producen el mismo desgaste emocional que tanto Pierre (el padre, intepretado por Pep Plà), Nicolás (el hijo, que está formidablemente trabajado por Oscar Castellví) y Elódie (la novia del hijo, representada por Ester Cort) tienen que sufrir alrededor de la desequilibrada Anne.

En la escenografía, de un minimalismo exquisito, solo existe una mesa en torno a la cual girará toda la vida de ella (un muy buen elemento gráfico, clásico, de las madres de familia que cuidan del hogar y la familia) y dos ventanales con unas simples y efímeras cortinas que serán testigos continuas de las desdichas y pesadillas de Anne. Y el espacio sonoro y lumínico, es sumamente acorde en todo momento a lo que está pasando.

LA MARE nos sumerge en un mundo y submundo triste, enloquecido y cruel, que la Vilarasau realiza con una perfección casi inquietante. Ver el sufrimiento y la decadencia de una madre, creo que no es del gusto de nadie y sin embargo, todo el guión tiene un factor hechizante que te acaba enganchando aún sabiendo que lo que vas a probar, duele. Supongo que eso es lo que ocurre con los trabajos bien hechos. De igual manera, se puede decir lo mismo de Castellví y su confección del papel de hijo. Ambos dejan al público emocionado. No obstante, todo el elenco trabaja de forma sobresaliente para conseguir que la calidad de esta obra sea de excelente.

La perfecta conjunción de guión, dirección e interpretación, dentro de esta obra extenuadora hasta el final, consiguen que al final se aplauda con total convecimiento que uno ha visto teatro y del bueno.

Crítica realizada por Diana Limones

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