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24.02.2017 Críticas  
Un intenso drama que te clava a la silla

La misión de los padres de acogida es una de las funciones sociales más complicadas. El simple hecho de acoger y criar a un pequeño ser humano es ya duro de por sí, pero en el momento en que puede que te encariñes con él y, por alguna razón, deba irse de tu lado, eso, es lo peor que puede ocurrir.

Este es el punto de partida de DOS FAMILIAS, la última obra de José Pascual Abellán interpretada por Annabel Totusaus, Pau Sastre y Eduardo Telletxea.

Miguel ha recuperado las riendas de su vida y con ellas la custodia de su hijo biológico. El niño, al que casi no conoce y al que perdió nada más nacer por sus problemas con las drogas y el alcohol, ha vivido hasta ahora con Cristina y Marcos, los padres de acogida, que reciben una dura estocada cuando se enteran de que el tiempo se ha acabado y el niño debe marchar de casa. Miguel le debe una vida entera, una vida por delante. Cristina y Marcos, la posibilidad de continuar con la que han vivido juntos hasta ahora. Dos vidas diferentes. Dos puntos de vista diferentes.

DOS FAMILIAS en un texto que, solo empezar, ya se prevé hostil. Una lucha encarnizada y de forma psicológica en lo que ambas partes refieren como lo mejor para el niño; aunque en su interior, también intenten conseguir lo mejor para ellos.

Ambas familias, ambas partes, están muy bien construidas y diferenciadas en un escenario cuyo atrezzo es mínimo dentro de una caja de telas negras. No hace falta atrezzo alguno para contactar la historia que se nos presenta. A parte del texto, las interpretaciones de primer nivel hacen que no podamos más que dirigir nuestra mirada a los semblantes de los actores. Todo se desvanece en un silencio puro que solo se rompe con las voces de los actores. Sus interpretaciones, muy bien trabajadas, se encuentran en varios puntos de la obra dentro de una delgada y fina línea que puede hacer tambalear el montaje. La actuación de los tres personajes puede enaltecerse demasiado y caer en la exageración en cualquier momento; pero parece que la mano dura de la dirección, Sergio Arróspide, ha sabido perfectamente como limitarlo. Aunque las tres interpretaciones son de elogiar (como indicaba anteriormente, de un altísimo nivel actoral), la actuación de Pau Sastre como ex-drogadico, ex-alcoholico y padre biológico rehabilitado del protagonista fantasma de la obra (el niño) nos hace sufrir y mantenernos en vilo durante la hora y cuarto que dura la función.

DOS FAMILIAS es una obra que juega muy bien con la dualidad. Si hay algo con lo que juega bien José Pascual Abellán en su textos es precisamente con este leitmotiv. La dualidad del texto en las parte bien diferenciadas de las dos familias, la dualidad de ambas situaciones (en las cuales es imposible llegarse a posicionar completamente), la dualidad en la mente de los personajes (los cuales tienen claro que hacer y, por diversas circunstancias cambian de parecer en varias ocasiones), etc. Una dualidad que se convierte en un sello reconocible de su autor y que refuerza positivamente todas sus obras.

En definitiva, DOS FAMILIAS es una obra imprescindible. Un drama punzante sobre un tema que todos conocemos pero que muy pocos han sufrido. Un caramelo teatral cuyas interpretaciones son sublimes. Un texto bien creado e hilado a la perfección para no dejar ningún cabo suelto. Una obra casi perfecta que se representa actualmente en una pequeña sala de Barcelona (Porta 4) y que aun no alcanzo a comprender como puede ser que no se encuentre en el circuito comercial catalán. Vayan a verla. Solo les quedan dos domingos. ¡Imprescindible!

Crítica realizada por Norman Marsà

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