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20.02.2017 Críticas  
Morir matando

Nadie como Arthur Miller para retratar sin tapujos la realidad de los Estados Unidos, del sueño americano de la primera mitad del siglo XX. En PANORAMA DESDE EL PUENTE nos plantea el dilema de la delación de los ilegales por encima de lazos familiares o afectivos. Un excelente texto que se pierde en una propuesta falta de garra.

Coinciden en la cartelera madrileña dos textos claves del autor americano. “Las Brujas de Salem” en el Centro Dramático Nacional. Esa denuncia de la caza de brujas del Senador McCarthy llevada magistralmente a finales del siglo XIX, con una serie de acusaciones infundadas, movidas por el miedo a lo establecido, funciona como una bomba de relojería que deja al espectador boquiabierto. En la Sala Verde de los Teatros del Canal aterriza otro intenso texto del mismo autor. PANORAMA DESDE EL PUENTE, llega con el mismo elenco que la puso en pie en Barcelona la temporada pasada, bajo la dirección del francés Georges Lavaudant.

La expectación de ver una obra del gran Arthur Miller suele ser desbordante. Los textos del autor soportan de manera excelente las propuestas y variedades escénicas a las que se las quiera someter. El texto es siempre tan atinado que vuela por encima de las variantes escénicas. En esta adaptación sorprendentemente esto no ocurre, y una serie de – a mi parecer- errores de dirección y de escenografía detraen el brillo a toda la pieza.

Toda la propuesta escénica se basa en proyecciones que consiguen su objetivo en ciertos momentos. La lluvia que cala a los personajes en el desenlace, la silueta del puente y alguna más son correctas. Las demás y el uso de las mismas en los cambios erráticos de escena sobran por completo. Luego está la escenografía usada. Se nos cuenta de un hogar pequeño y modesto y se disponen unos espacios amplísimos. Los personajes a los que se les supone en un salón diminuto, hablan a una distancia absurda y artificial unos de otros. Las piezas de escenografía no se enmarcan en ninguna época –cosa que no es necesaria- pero, ¿de verdad no había un sillón más bonito para el cabeza de familia?

En numerosas ocasiones aunque la escenografía haga aguas, nos encontramos con una dirección de actores tan magistral que nos olvidamos de eso. Pues bien, esto tampoco ocurre aquí. Los personajes carecen de todo tipo de profundidad emocional. Eduard Fernández, al que se le conoce oficio y emoción, está perdido entre la comedia y el drama. Su papel, que se supone dramático, está demasiadas veces en la parte histriónica y risible. Marina Salas, empieza en un tono nada acorde a la época en la que nos ha situado el abogado/narrador de la historia. Aunque a medida que pasa la historia es la que chirria menos. El resto del elenco anda entrando y saliendo de las escenas abruptamente, esperando su marca y desapareciendo. No entendí para nada esa manera de mover a los personajes.

El gran clímax de la historia, el que nos debe poner los pelos de punta, el gran dilema, la delación, el trágico desenlace, la confesión de esa protección desmedida y hasta vergonzosa. Todo eso se resuelve con una escena nada creíble y falta de pasión. Una vez más reitero que los fallos son de dirección, ya que los actores tienen oficio más que demostrado para elevar esta historia al lugar que se merece.

Una historia y un texto tan redondos como el que escribió Arthur Miller se merecen una adaptación que nos agarre las emociones desde el primer momento, que nos haga ponernos en la piel de esos personajes. En este PANORAMA DESDE EL PUENTE nos encontramos frialdad en el escenario y una distancia que no ayuda a que nos entreguemos.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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