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25.01.2017 Críticas  
No matemos a los Dioses

La Sala Pequeña del Teatro Español acoge un montaje de una envidiable belleza. Una pequeña maravilla que sin hacer ruido sorprende desde el mismo principio. Un dignísimo montaje que debería dar mucho que hablar.

Kulunka Teatro, los artífices de la exitosa “André y Dorine”, dejan las máscaras a un lado, para presentarnos una delicia de montaje. Con un gusto exquisito, recrean un hipotético encuentro entre Édith Piaf y Camile Schultz, reportera especializada en fotografiar animales salvajes, que se ve obligada por las circunstancias a entrevistar a la diva en su ocaso.

El interés de la reportera por la Piaf es nulo, y la diva sacará todas sus armas y su ego a pasear. El choque entre ellas es todo un combate de dialéctica y replicas envenenadas. Una fina acidez que dará brillo a una conversación en la que conoceremos de que están hechos los artistas, los dioses de la escena.

Garbiñe Insausti hace una maravillosa Piaf. Los momentos musicales son sobrecogedores. No solo porque las canciones de la Piaf son simplemente magistrales, sino porque en la voz de Garbiñe, y el momento en que están colocadas hacen que la obra vuele a unos niveles muy altos, a belleza que se palpa. Lola Casamayor es la reportera. Abocada a hacer una odiosa entrevista, a un personaje que no le despierta ninguna simpatía. Atosigada por un editor que le pide que destripe a la Piaf, que saque las miserias, ya que el público quiere ver la miseria de la diva. Lola está simplemente soberbia en su papel. Alberto Huici es el editor, marido, padre. Se desdobla con facilidad en todos los personajes masculinos de la obra.

Una escenografía simple, pero bella, un suelo agrietado como la vida de la Piaf. Fernando Soto ha dirigido con elegancia un texto que es de un sabor agridulce. La emotividad de algunas escenas brilla con una sencillez absoluta. Podría tomarse esta obra como una biografía de la gran cantante francesa -apodada el gorrión de París- pero es más una disección de la fama, de la necesidad de crearnos dioses, de no destruirlos para no quedarnos huérfanos de ellos.

Viendo el montaje esta noche, con la sala abarrotada, se palpaba en el ambiente que se estaba haciendo teatro de ese bonito. Del que te sorprende sonriendo, del que te emociona con la sencillez. De como sin estridencias se puede hacer un montaje de una belleza tan limpia que sorprende.

No lo duden, están poco tiempo en la Sala Margarita Xirgú del Español. Espero que el montaje gire y vuelva. Sin duda Kulunka Teatro sabe dar en la tecla.

Crítica realizada por Moises C. Alabau

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