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20.01.2017 Críticas  
¿Querer mucho o querer bien?

El Off Side Romea cede su bar para que Marta Bayarri de rienda suelta a su imaginación y nos sorprenda con un texto que se aferra a la contemporaneidad más absoluta y evoca a los grandes temas de la tragedia clásica. La fatalidad romántica y la imposibilidad de desviarnos del sino que vayamos a saber quién ha decidido para nosotros nos esperan en el corazón del Raval.

La autora y directora presenta MARK & OLIVIA como una tragicomedia urbana. Y la verdad es que su obra teatral se puede explicar perfectamente con esta anotación. La (ex)pareja titular se reencuentra en el bar regentado por él después de tres años sin verse. Recuerdos de lo que ya no es e intención o no de quemar los últimos cartuchos. Las necesidades y frustraciones frente y tras la barra de un bar, en la intimidad de la noche.

La confrontación entre los tres personajes está muy bien introducida e integrada en la historia. En todo momento, tanto texto como dirección sabrán cómo desarrollar los giros argumentales y genéricos, así como la aparición del tercer personaje de Roger. Con aparente naturalidad y espontaneidad. Sin que se vean las costuras. No habrá ocasión en la que podamos atribuir lo acontecido ante nuestros ojos a otro factor que no sea el destino. El trabajo dramatúrgico funciona a la perfección para crear en los espectadores esta ilusión. Todo lo que sucede tiene que ser así. Ni nos planteamos la (im)posibilidad de tomar otro camino.

Otro detalle muy interesante del texto es la introducción de las supersticiones a través de la mitología. A partir de la Hera de Samos, los personajes de Mark y Olivia rememorarán una vida en común. La frustración romántica, su momento y su clausura. Progresivamente, el argumento nos trasladará a un lugar donde la introspección predomina. En todo momento participaremos del intercambio de roles y géneros pero, de manera gradual, la reflexión romántica, la dificultad de mantenerse fiel a unos ideales y principios cuando la situación se complica, se apoderará de nuestro estado de ánimo dejando un poso trágico que combina diversión con reflexión hasta convertirlas en sinónimas.

El pulso narrativo de Bayarri se mantiene en la dirección de actores. Tanto Oriol Ruiz como Jacob Torres transmiten la frustración y las motivaciones de sus personajes en todo momento. Cada uno con un estilo distinto nos convence y se crece en la corta distancia. Ruiz transmuta la ternura en rabia sin artificio alguno y Torres entra en escena cuando el dilema está en gran parte planteado consiguiendo tensar el ambiente de la función. El trabajo de Maria Ribera es impresionante. La actriz debe descubrirse ante el espectador en plena borrachera y, mientras dura la representación, es capaz de emocionarnos y hacernos reír cuando el texto lo requiere. Es muy complicado, cuando se representan personajes contemporáneos, aplicar tantos recursos dramáticos como los que emplea Ribera. Si además, el cambio de registro se realiza con tanta espontaneidad, su aportación a la función es impagable.

Los efectos de sonido de Edgar Vidal así como el movimiento y figuración ideado por Valentina Calandriello (perfectamente ejecutado por los tres intérpretes) terminan de normalizar la propuesta dentro de la verosimilitud formal más actual, así como la selección musical. En combinación con el texto de Bayarri, que siempre nos sumerge en la historia a la vez que sabe conservar ese extrañamiento que nos mantiene entre curiosos y absortos (siempre alerta), el resultado es redondo.

Finalmente, MARK & OLIVA consigue hacerse un hueco importante dentro de la dramaturgia autóctona contemporánea. Por la capacidad para implicar al público en la historia y el dominio narrativo y genérico, así como por las interpretaciones titulares, merece la pena acercarse al Romea y disfrutar de esta singular propuesta.

Crítica realizada por Fernando Solla

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