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18.01.2017 Críticas  
(We) Can See Clearly Now

El Maldà vuelva a confiar en Xavi Casan tras el éxito de “Balla amb mi” de la temporada pasada. En CLOSE TO LIZA, nos regala un recorrido por la trayectoria de Liza Minnelli, a través de algunos de los títulos que la han situado en el imaginario colectivo. Virgínia Martínez y Dani Campos son sus dos cómplices de excepción para que el éxito sea completo.

La dirección de Casan ofrece un generoso derroche de sensibilidad y entendimiento hacia el material de partida. La estructura recuerda a su anterior espectáculo, es decir, un intérprete y un piano, pero las similitudes terminan aquí. La decisión de mantener la lengua original inglesa para todas las piezas interpretadas dota a la función de un brío narrativo espléndido. La referencialidad hacia el personaje se desglosará a partir de las propias letras y de su manera de interpretarlas, ya que no encontraremos ningún texto monologado que enlace una con la siguiente.

Este detalle es muy importante y la mejor guía para que Virgínia Martínez se apropie del personaje, de su estilo y su necesidad de comunicar. La artista consigue transmitir esa constante búsqueda que parece practicar Minnelli cada vez que interpreta una canción. Su inquietud y exitación, incluso su ansiedad y desasosiego. Con aparente espontaneidad, Martínez consigue esta proeza a través de su mirada, verdadero leitmotiv del espectáculo, tanto o más que la aproximación corpórea a la figura homenajeada, adoptando (y adaptando) la expresividad física del personaje, así como algunos movimientos característicos y reconocibles de determinadas canciones.

La selección de las piezas es no sólo representativa sino alusiva y evocadora de una carrera pero, sobretodo, de una particular y característica manera de interpretar. Virgínia Martínez no se acerca a las canciones según los parámetros establecidos por sus autores, ni por cualquier época (presente o fundamental), sino a partir y a través de la naturaleza representativa de Liza Minnelli. Con una competencia y consciencia que demuestran tanto la madurez como su entrega, el discernimiento del personaje que supone para el espectador asistir a esta creación supone un gran triunfo que consolida a la actriz y cantante (Martínez) como intérprete. Su sobria pero determinante y adecuadísima caracterización y el trabajo de dirección que Casan ha realizado conjuntamente con ella, no sólo de los textos sino también del movimiento por toda la sala (y la interacción con el auditorio) se recibe con emoción y una gran ovación.

Martínez consigue eludir cualquier sospecha de intrusión para vestir su trabajo con respeto, talento y capacidad para multiplicar su habitual registro agudo hacia unos graves muy bien ejecutados. De nuevo, hay que elogiar su trabajo y expresividad corporal y, por supuesto, la valentía y éxito al enfrentarse a las canciones en inglés. Sería injusto descubrir a futuros espectadores el repertorio escogido. Pero no lo sería menos obviar las excepcionales lecturas que Virgínia Martínez realiza de “The day after that” y del doblete Aznavour de “What makes a man a man?” y “Quiet love”. Aquí vamos como la artista sabe transmutarse en el personaje evocado para reproducir el sentido y sentimiento que Minnelli puso en sus acercamientos, sin renunciar a mostrar su aportación personal. Tres momentos cumbre de un espectáculo que se mantiene en su cima canción a canción, hasta completar toda la recopilación.

La dirección musical de Dani Campos, así como su interpretación al piano y vocal es inmejorable y muy generosa con su compañera. Sabe cuando debe parecer imperceptible y cuando debe compartir, incluso asumir el co-protagonismo. Su trabajo termina de redondear y dotar del ritmo que hilvana el espectáculo. Sus pausas siempre adecuadas. Un lujo de dirección musical. El abrigo ideal para Virgínia-Liza. Lo mismo sucede con los detalles de iluminación. Ya desde el inicio, el progresivo barrido lumínico que muestra las baldosas de la sala como si de un empedrado se tratase, así como la superposición lumínica u obscura amplifican la capacidad expresiva tanto de las canciones como de la interpretación. Todo suma a la creación del personaje a través de cada texto, de cada experiencia.

Finalmente, Casan nos obsequia con un valiosísimo presente, que es la incorporación de una reflexión que podemos realizar en paralelo al espectáculo. Aprovechando la cercanía del espacio, el trabajo de los implicados se apropia de la esencia de Minnelli sin usurpación pero con diligencia. De alguna manera, parece como si consiguieran que la estadounidense se despojara de sí misma para que los tres nos la devolvieran a nosotros, los espectadores. El homenaje está, por supuesto. Pero ante todo la invasión de una certeza que no nos soltará una vez finalizada la propuesta.

La personalidad artística de Liza comprendida, reencontrada, asimilada y convertida en personaje a través de sus canciones. Esta absorción, tenemos la gran suerte de realizarla con la artista rememorada en vida. Algo que no hace sino reforzar la atemporalidad de una personalidad que está por encima de cualquier tipo de etiqueta, provisional o transitoria. Todo ello servido con una elegancia y asertividad poco habituales en nuestros escenarios. Un triunfo para Campos, de Casan, de Martínez y, por supuesto, para El Maldà.

Crítica realizada por Fernando Solla

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