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05.01.2017 Críticas  
Al musical infantil le sienta bien el gran formato

El Teatre Condal vuelve a convertirse en el hogar de Geronimo Stilton en una nueva entrega musical de las aventuras del roedor. En esta ocasión, Lluís Danés firma la dirección y Enric Llort y Xavi Lloses se encargan del texto y la composición y dirección musical, respectivamente. Entre todos crean un espectáculo independiente de la entrega anterior y con entidad propia.

Es complicado, cuando se trata de valorar una pieza infantil, determinar si la propuesta se adecua a los criterios estándares para explicitar su valía. En el caso que nos ocupa, está claro que el montaje ha seducido a los más pequeños. Más allá del reclamo del referente literario, contemplar sus miradas expectantes y atentas ante lo que sucede en escena sea quizá un parámetro indicativo bastante fiable. Los roles y situaciones prototípicas y su actuación como catalizadores del relato fantástico están bastante bien definidos por el texto, si bien la acción es algo repetitiva.

Durante el primer acto el argumento se reducirá a una serie de pruebas a las que se somete al protagonista. Todo quedará resuelto y bien atado en el segundo acto, mucho más luminoso y con una moraleja no por habitual menos efectiva y muy bien ejemplificada. La estimulación de la imaginación como elemento básico para evitar el miedo se defenderá a toda costa. Quizá, lo más sorprendente sea la alabanza y compromiso hacia el valor de la amistad, a través de un discurso narrativo muy bien explicado a través de las diversas situaciones. En este apartado, tanto el guión y libreto de Enric Llort como la dirección de Lluís Danés se preocupan por dotar al conjunto una entidad dramática que trata al público infantil con respeto y sin condescendencia, situándolo como el verdadero protagonista de la aventura con una ruptura de la cuarta pared muy bien dosificada y que sabe aprovechar las características de la sala en todo momento.

A nivel musical hay que destacar las canciones asignadas al protagonista, que son las que se quedan en nuestra memoria por su polifonía y su perfecta ejecución. Las demás quizá no consigan hacer avanzar la acción durante la primera parte del espectáculo y la ralentizan en exceso, algo que se arregla y retoma a ritmo vertiginoso en la segunda. El espacio sonoro de Damien Bazin y la dirección vocal de Josep Ferrer son de gran calidad. La sonorización es perfecta y las letras se reciben con claridad y pulcritud, si bien es cierto que en algunos momentos las voces microfonadas suenan con una amplificación algo exagerada. En pocas ocasiones una música grabada se combina con tanta complicidad con las voces en directo.

Danés también se encarga del espacio escénico y este es, sin duda, el punto fuerte del musical. Con la ayuda de Xevi Gibert (programador del video) se utilizan una serie de pantallas multidimensionales y poliédricas, que se combinan con elementos de atrezzo a las mil maravillas, marcando las entradas y salidas de los personajes y el cambio de escena, así como algunos elementos y efectos especiales muy bien conseguidos. La iluminación de Joan Teixidó redondea el trabajo de ambos y apoya tanto al desarrollo narrativo como los cambios de situación o localización. Quizá, al trabajar con pantallas, la figuración escénica de los intérpretes sea demasiado lineal o llana, algo con lo que la coreografía de Montse Colomé no se acaba de entender. De alguna manera, la voluptuosidad de la técnica se coma un poco los movimientos de los personajes, que quedarán en un segundo plano.

El vestuario y la caracterización de Amadeu Ferré son vistosos, aunque en algunas les sucede a lo mismo que a las coreografías. De lo que no hay duda es que su trabajo con las máscaras es excelente, sobretodo en el caso del protagonista. La compañía de intérpretes realiza una buena labor. La sobriedad no tiene cabida en esta propuesta, pero la caricatura nunca será excesiva. En este apartado hay que destacar el esfuerzo de Marc Gómez, que sin sacarse la máscara logra transmitir toda la ilusión, inocencia y perspicacia de Geronimo Stilton. Tanto en la defensa de sus canciones como en su sensibilidad y valía para dirigirse a los más pequeños su labor es excelente, consiguiendo que, finalmente, salgamos del teatro con una gran sonrisa. Entre todos, demuestran que el mediano o gran formato es apropiado y más que válido para el público infantil.

Crítica realizada por Fernando Solla

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