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29.12.2016 Críticas  
Comienza la cuenta atrás

TIEMPO es un monólogo tragicómico escrito por Quim Masferrer, dirigido por Ramon Fontserè y protagonizado por el actor Jorge Sanz, que interpreta a un paciente terminal al que le acaban de comunicar que le quedan 90 minutos de vida.

En este corto espacio de tiempo –los 90 minutos que dura la vida del protagonista y, por tanto, la función – él, vestido con un pijama y sentado sobre una silla de ruedas, hace uso de la plena libertad que poseen aquellos a los que no se puede multar, ni encarcelar, ni castigar de ninguna manera. Tiene licencia para decir todo lo que le apetece sin ningún tipo de censura y así lo expresa desde la rabia, la ironía, la tristeza, el humor, la venganza, etc. Nosotros –el público- somos espectadores y espectadoras de todas esas emociones que embriagan a quien sabe que tiene los minutos contados. Toda la función transcurre con un cronómetro, marcha atrás, que va restando segundo tras segundo el tiempo que le queda en escena o, lo que es lo mismo, en la vida.

Vemos a un personaje que pasa por diferentes estados de ánimo pero que siempre intenta mantener el sentido del humor hasta el final, esto que hace que no perdamos la sonrisa en prácticamente ningún momento (incluso podemos soltar alguna carcajada) pero cuando ésta desaparece es para dejarnos los labios helados mientras nos preguntamos a nosotros mismos de qué nos estábamos riendo.

Sea cual sea la emoción que Jorge Sanz esté representando, lo borda y con esta obra se reinventa de la mejor manera posible. Posee una gran capacidad de transmitir y nos deja claro su talento tanto en el terreno de la comedia como en el drama; se nota desde el principio y hasta el final, su involucración y esfuerzo en este trabajo. Jorge Sanz ha vuelto y ¡de qué manera!.

También me gustaría descartar la fantástica iluminación que acompaña cada diálogo, cada gesto y cada emoción a lo largo de los últimos noventa minutos de vida del protagonista; consiguiendo crear el ambiente perfecto para enmarcar lamentos, despedidas, deseos insatisfechos…

Lo tengo claro, si a mí me quedaran noventa minutos de vida los usaría para ir a ver TIEMPO, aunque pediría algún minuto extra para que me dé tiempo a aplaudir el maravilloso trabajo de Jorge Sanz y, de ese modo, formar parte de la gran ovación que se lleva desde el patio de butacas.

Crítica realizada por Patricia Moreno

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