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09.12.2016 Críticas  
Apetitosa muestra de teatro gastronómico

Joan Ollé acostumbra a priorizar el protagonismo de la palabra como base de todos sus espectáculos. Su capacidad para indagar tanto en el significante como en el significado de los textos brinda a los intérpretes una oportunidad única para convertirse en transmisores de excepción del patrimonio cultural a través del lenguaje teatral.

El caso de DELIKATESSEN no es distinto. Ollé ha seleccionado textos de algunos autores cuyo universo ya había investigado, como es el caso de Josep Pla o Vicent Andrés Estellés, con muchos otros. Desde algunos anónimos a aportaciones propias de los implicados en la ejecución de la propuesta, pasando por Roland Barthes, Jacques Prévert, Marcel Proust, Leonardo Da Vinci, Miguel de Unamuno o Manuel Vázquez Montalbán. La citación está presente en el espectáculo pero la dramaturgia consigue dotar de unidad a la propuesta y que en ningún momento tengamos la sensación de estar asistiendo a una lectura fragmentada o escenificada. La selección es una muestra representativa lo suficientemente hilvanada como para que nos hagamos una idea consistente de la vinculación entre letras, gastronomía, patrimonio y cultura.

El asunto dialectal resulta de lo más interesante y sería quizá el aderezo que termina de redondear la propuesta. No estamos acostumbrados en la ciudad condal a escuchar otros dialectos o variantes idiomáticas que la nuestra propia. Por otro lado, la palabra es la herramienta principal que los intérpretes tienen para mostrarnos el mundo de los personajes que recrean. Esta característica de aproximación no debería estandarizarse. Que nuestros escenarios reciban la visita de Clara Olmo, Sandra Pujol y Marta Rosell es una suerte para los espectadores. En compañía de Ferran Aixalà y Dafnis Balduz (alternando funciones con Eduard Muntada), la compañía consigue crear un ambiente de complicidad con el público que no decae en ningún momento. Los fragmentos musicales están ejecutados con buen gusto y siempre con una dicción perfecta, detalle imprescindible para que el espectáculo cuaje del todo.

El movimiento y coreografía de Marta Casals y la iluminación de Micki Arbizu y Alex Rosselló apoyan con tino a la propuesta dramatúrgica de Ollé. Los intérpretes se mueven con total desenvoltura en esa suerte de comedor en que se convierte el escenario. Piano, mesas y púlpito o atril. La musicalidad de las palabras, la literatura degustada. La gastronomía aliterada. Elocuente y hermosa puesta en escena que sirve para crear un espacio de encuentro (y común) para los distintos y múltiples universos de tantos autores evocados.

Finalmente, si bien es cierto que la cultura se trasmite a través de la palabra como principal código o canal, no lo es menos que la relevancia universal de nuestra gastronomía ha servido a ilustres autores (vernáculos y foráneos) para plasmar la riqueza de su lenguaje a través de una especie de literatura culinaria. Ollé ha creado, pues, una divertida y elaborada sopa de letras teatral, como siempre siendo fiel a todos los autores elegidos y evidenciando, como principal ingrediente, la palabra.

Crítica realizada por Fernando Solla

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