Coincidiendo con el cumplimiento de los cincuenta años de profesión de Enric Majó, el actor une su talento al de Dafnis Balduz para subir a las tablas de La Seca UNA VIDA AL TEATRE. La propuesta magnifica la premisa del material de partida con su elocuente retroalimentación narrativa con la efeméride.
La obra se centra en la relación entre dos actores, uno veterano del escenario y el otro una joven promesa. La acción avanzará a la vez que Robert y John colaborarán en varias producciones. La relación entre ambos también irá modificándose gradualmente, siempre en paralelo al estatus profesional de la pareja en cada momento.
La primera sorpresa, para el espectador que haya seguido los montajes autóctonos del autor, es la firma (en 1977) de David Mamet. Acostumbrados a las réplicas abrasivas entre los protagonistas de sus obras, puede llegar a desconcertar también la ausencia de ese tercer personaje que apoya el conflicto cuando los personajes principales son sólo dos. Así lo vimos en “Un matrimoni de Boston”, “American Buffalo” o, la más reciente, “Una altra pel·lícula”.
Si bien el estilo del autor ha mudado con el tiempo, la seductora traducción de Anna Soler Horta, presenta un texto que parece escrito específicamente para esta puesta en escena. La espontaneidad de las intervenciones, sumada a la sinceridad y franqueza de las interpretaciones consiguen que nuestros oídos no perciban que el libreto tiene ya cuatro décadas de vida.
La dirección y puesta en escena de Moisès Maicas aciertan de pleno al no querer enfatizar el tono irónico de las interpretaciones, cediendo el protagonismo y el foco a la celebración de Enric Majó, pero siempre respetando el texto de Mamet. La figuración, movimiento y posición de los intérpretes durante la función es excelente, así como su juego constante con la escenografía, obra de Anna Tantull. El espacio está perfectamente aprovechado y delimitado: la salida trasera del teatro en lo más frontal del escenario con los actores mirando de cara al público contrastarán con las interpretaciones de las distintas piezas, siempre de espaldas al mismo y de cara a la oscuridad de la platea figurada (en realidad, el fondo de la sala). Los guiños son constantes hacia la realidad del gremio.
La iluminación de Daniel Gener alcanza un éxito similar al de Tantull. Ambos consiguen mostrar que la artificiosidad de la interpretación en escena o en la vida ordinaria viene a ser similar. Quizá, y teniendo en cuenta la fragmentación considerable de la pieza en escenas bastante cortas, ralentiza un poco el conjunto que en cada una de ellas se cambie la utilería, aunque este detalle se compensa con los cambios de vestuario (obra de Moon Olivella) de la pareja protagonista (a veces en escena y otras fuera) imprescindibles para marcar la progresión de la colaboración entre Robert y John.
Finalmente, las interpretaciones. Dafnis Balduz se muestra más que convincente en su progresión de admirador del maestro a promesa consolidada de la interpretación. Tanto el vigor como el tono de su composición no hacen más que sumar a la creación de su compañero en escena. Enric Majó, a su vez, dice el texto con una aparente sencillez en la elocución transmite verdad en todo momento. Parece que las réplicas se le ocurren sobre la marcha. Esto hace que la ilusión de estar acudiendo a una confesión en vivo sobre toda una carrera suceda en la mente del espectador, cuando la realidad es que en escena, el veterano intérprete construye a su personaje de cabo a rabo. Algo bastante complicado, teniendo en cuenta la fragmentación que comentábamos. Sin un ápice de altivez, sino siempre con humildad, Enric Majó se muestra ante el público con dignidad y nobleza absolutas.
Sin duda, y más allá de la celebración con la que ha surgido este montaje, la buena labor de todos los implicados (principalmente Majó, pero también Maicas, Balduz y el resto de la compañía) convierte a UNA VIDA AL TEATRE en la mejor versión posible del texto de David Mamet.
Crítica realizada por Fernando Solla
