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14.10.2016 Críticas  
Cuestión de género, clase y gramática

El Maldà nos deleita con un acercamiento a una de las obras de Molière menos representadas por estos lares. LES DONES SÀVIES resulta un magnífico montaje que traslada el contexto original francés (1672) a la Catalunya del siglo XXI. Comedia de costumbres y, como en el original, burla a los pedantes de hoy en día.

En 1999 subió a las tablas del Romea una versión de LES DONES SÀVIES dirigido por Rosa Novell y con traducción en verso de Josep M. Vidal. Para esta ocasión, los cinco actos se han unificado en un único bloque de poco más de una hora de duración. La dramaturgia de Lluís Hansen, así como la concepción de esta puesta en escena, a cargo de Ricard Farré y Enric Cambray (también intérpretes), entienden la necesidad de presentar esta pieza en el contexto geográfico y cultural de hoy en día. Y casi dos décadas después del anterior montaje, el autor sigue teniendo mucho que decir. Que decirnos.

Hansen, Farré y Cambray alcanzan la excelencia en el posicionamiento y distanciamiento firme que mantienen con el espíritu del material que se traen entre manos. LES DONES SÀVIES lanza dardos en sus premisas, desde la genialidad del autor hacia la mediocridad de la sociedad. Pero, si esto es así (que lo es) ¿en qué momento asumimos los espectadores nuestro adocenamiento y quién es suficientemente competente como para erigirse en juez? Tanto en la trama como en la puesta en escena hay escarnio para todos. La pedantería cultureta del vendedor de humo se mostrará en escena sin pudor alguno.

La escenografía de Enric Romaní requiere, en primer lugar, incluir a la platea en la reunión-representación de las protagonistas. Además, debe reducir el espacio escénico para que los dos intérpretes puedan realizar los cambios de personaje y mantener la magia de la función. Por si esto fuera poco, el biombo que parece simplificar el asunto realiza (gracias al movimiento de los actores) todas las funciones, además de las entradas y salidas, que el libreto propicia. Todo esto sucede con ritmo y naturalidad, sin frenar nunca la narrativa propia del espectáculo. En combinación con la sutil composición musical de Gerard Sesé y la magnífica coreografía de Júlia Bonjoch, la factura técnica y artística del espectáculo resulta redonda. A destacar, también, la iluminación de Adrià Aubert.

Ricard Farré y Enric Cambray ofrecen dos interpretaciones extraordinarias. Ambos se desdoblan en todos los personajes de la obra (y en alguno directamente asumido de la realidad de las parrillas televisivas autóctonas) generando una entidad propia para cada uno, con unos matices reconocibles para todos ellos. El vestuario de Marc Udina convierte funcionalidad en proeza estética y, mediante los desternillantes cambios de vestuario a la vista del espectador, los dos lo utilizan para sus personajes. La dicción y sensibilidad para el verso de Farré sigue impactando tanto (o más) que en su anterior Molière, “L’Avar”. Cambray no se queda corto y consigue provocar el delirio del público con la ejecución facial y corporal de todos sus personajes. Las dotes cómicas de ambos resultan tan insólitas hoy en día en una propuesta de estas características como celebradas por los asistentes durante la acertadísima ruptura de la cuarta pared. Es envidiable la capacidad de esta pareja de artistas para salir y entrar del contexto de la obra a la realidad del momento mismo de la representación con semejante desenvoltura.

Finalmente, el montaje resulta un éxito rotundo por las razones ya expuestas. En especial por esa reflexión constante durante el desarrollo de la función de la cultura que ejecuta el poder dominante: su uso como una herramienta de control antes que de acceso al conocimiento. En todas sus transgresiones figurativas, esta versión de LES DONES SÀVIES consigue mantenerse rotundamente fiel al original de Molière. Atentos, que nos encontramos ante uno de los espectáculos de la temporada (y ante uno de los mejores carteles que hemos visto últimamente, obra de May Zircus). Imperdible.

Crítica realizada por Fernando Solla

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