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14.10.2016 Críticas  
Juicio a un asesino

De todos es conocida la historia de Marco Bruto, uno de los participantes del complot que finalizó con la vida de Julio César y que inspiró hasta al mismísimo Shakespeare. En ‘La tragedia de Julio César’ escribió precisamente de esta conspiración, y le da todo el protagonismo de su obra a la conjura y a su personaje más relevante, Bruto. Más que incluso al propio César.

Marcela Terra se ha inspirado en la obra del autor inglés para dirigir a un Bruto atemporal, que se abre ante nosotros porque quiere darse a conocer, y que nos hace una exposición de los hechos desde su perspectiva más íntima y no solo la del perfilado asesino como el que ha pasado generación tras generación.

En BRUTO. EL PODER O LA VIRTUD encontramos al Bruto homicida, en la oscuridad de su celda. Pero también escuchamos frente a nosotros al Bruto político, al repúblicano y confabulador, así como al Bruto niño, esposo y persona que también amaba a Julio César. De esa manera, se nos pone ante nosotros un amplio abánico de sucesos, sentimientos, e ideales con el objetivo de que el asistente juzgue por si mismo que versión del asesino quiere quedarse. O, por otro lado, el oyente decidirá si quiere quedarse con todas las versiones del mismo hombre.

Felipe Cabezas intepreta de forma vehemente este monólogo, tan solo acompañado por el puñal asesino que cuelga durante toda la obra de la pared, a modo de recordatorio de lo que lo simboliza, hasta que llega su momento de tomar protagonismo. Le ayudan a sus palabras unas breves proyecciones, en momentos concretos, que trasladan a Bruto a momentos de su infancia o de su memoria. En un par de ocasiones Felipe se transforma en Julio César y en Marco Antonio, para acabar de redondear los pensamientos y recuerdos que nos explica en voz alta. Y nada más. Todo el trabajo va de la mano de Cabezas, quien de forma brillante mantiene en vilo durante toda su exposición al público aún cuando este conoce cual va a ser el final.

El trabajo empleado para aprenderse el largo texto, interpretarlo de forma natural (recordemos que esta versión nos ofrece a un Bruto muy personal) a pesar de ser textos teñidos de poesía y hacer persona al monstruo es realmente de una calidad elevada. Tanto el espacio sonoro a cargo de Orestes Gas como el diseño de luces de Mattia Russo son interesantes, aunque en el caso de BRUTO. EL PODER O LA VIRTUD, es evidente que todo el peso de la obra recae en el monólogo y su interpretación, que Cabezas consigue realizar de forma redonda.

Los matices de una historia de hace algo más de 2000 años se tiñen y entrelazan con historias que son comunes a nuestro día de hoy y que a mucha parte del público le puede hacer sentirse identificado. Tramas políticas adversas, personas con poder cuya ambición daña al pueblo o el tomarse la justicia por la mano son algunos de los argumentos con los que el espectador se va a encontrar durante el visionado de esta obra. La cuestión que finalmente se pone sobre la mesa es si vale la pena luchar por unos ideales y si esos ideales nos dan el derecho de arrancar vidas humanas para conseguirlos. Más actual, imposible, ¿verdad?.

Para emitir su propio juicio o sencillamente conocer algo más en profundidad la historia de una de las que fuera potencia mundial, vayan a conocer personalmente a BRUTO. EL PODER O LA VIRTUD. Este es el tipo de apuestas alternativas a las que nos quiere acostumbrar la Sala Fénix de Barcelona.

Crítica realizar Diana Limones

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